
Los seres vegetales de todo son un tópico sumamente frecuente en la ciencia-ficción, con especial incidencia en la serie B tanto literaria como cinematográfica. De hecho, se trata de la adaptación al género de una antigua tradición fantástica, o mitológica, que ideó hace ya siglos a hombres vegetales tales como las mandrágoras. Huelga decir que estos seres vegetales imaginados por escritores y guionistas suelen ir mucho más allá de las posibilidades de las plantas reales, pudiendo encontrarnos con especímenes de este tipo, tanto inteligentes como carnívoros y, en ocasiones, ambas cosas a la vez, los cuales suele ser bastante normal que campen literalmente por sus respetos renunciando a la inmovilidad forzosa de toda planta bien educada.
Aun sin pretensiones de ser exhaustivos, son varios los ejemplos clásicos dignos de ser recordados. Así, dentro del plano cinematográfico nos encontramos con casos tales como el de la película EL ENIGMA DE OTRO MUNDO (1951), primera versión del relato de John W. Campbell WHO GOES THERE? (hubo una segunda, titulada LA COSA, rodada en 1982), en la que de un platillo volante estrellado en los hielos polares surge un hombre-planta (su tripulante) que pronto demuestra poseer tendencias vampíricas al alimentarse de sangre humana. Otro ejemplo clásico es el de la conocida novela de John Wyndham EL DÍA DE LOS TRÍFIDOS, llevada al cine en 1963, donde unos extraños vegetales semovientes y ponzoñosos (los trífidos) surgidos de algún descontrolado experimento genético llegan a amenazar muy seriamente a la humanidad aprovechando la circunstancia de que un extraño meteoro ha cegado a la mayor parte de la misma. Recientemente (en 2001) el escritor Simon Clark escribió la secuela de la misma LA NOCHE DE LOS TRÍFIDOS, desarrollada 25 años después.
Sobradamente conocida es también la obra de Jack Finney LOS LADRONES DE CUERPOS, aunque no tanto por la novela en sí sino por sus adaptaciones cinematógráficas, la clásica LA INVASIÓN DE LOS LADRONES DE CUERPOS (1956) y las más modernas LA INVASIÓN DE LOS ULTRACUERPOS (1978) y SECUESTRADORES DE CUERPOS (1994). En todos los casos el argumento es similar: procedentes de algún lugar remoto del universo, llegan a la Tierra unas extrañas plantas cuyo fruto son unas vainas de gran tamaño en cuyo interior, en lugar de judías o habas, crecen unos cuerpos humanos que resultan ser sosias perfectos de las personas que se encuentran próximas a ellas. Estas copias poco a poco van sustituyendo sigilosamente a las personas reales, a las que hacen desaparecer, resultando de esta manera una de las invasiones extraterrestres más originales de toda la historia de la ciencia-ficción.
Fuera ya de versiones cinematográficas, contamos con el ejemplo clásico de PRÓXIMA CENTAURI, de Murray Leinster, donde una expedición terrestre se topa con un mundo poblado por plantas ambulantes que, en el mejor estilo de la space-ópera son depredoras de toda forma de vida animal, tanto que casi las han extinguido; huelga decir que les encanta devorar humanos y cualquier cosa de origen animal, como el cuero. Mucho más reciente es la novela de Greg Bear LEGADO, donde se describe un planeta llamado Lamarckia poblado por especies vegetales en las que, en lugar de las leyes darwinistas, la evolución se rige por las teorías de Lamarck, heredando las plantas los caracteres adquiridos por sus progenitores.
Para ser implacables, las plantas no tienen porqué ser antropomorfas ni tomar características del reino animal, les basta su propio ciclo vital, como ocurre en MÁS VERDE DE LO QUE CREÉIS (1947), de Ward Moore, donde una variedad genéticamente modificada de césped se reproduce imparable cubriendo por completo la Tierra.
En lo que respecta a los escritores españoles, quizá el que más profusamente ha recurrido a estos seres es Pascual Enguídanos, tanto en la Saga de los Aznar como en otras novelas suyas ajenas a esta serie, en todos los casos siguiendo los tópicos propios de la serie B más clásica.