
Aparato propio de la parafernalia de la ciencia-ficción que permite destruir la estructura de la materia. La ciencia no conoce hoy en día ninguna manera de fabricar un desintegrador, a no ser un aparato capaz de convertirla automáticamente en plasma
Afortunadamente, esto no arredra en absoluto a los escritores del género, que han llenado alegremente hojas y más hojas de papel con desintegradores de todo tipo. Algunas de sus ideas merecen una cierta consideración. Larry Niven ha propuesto en algunas de sus obras del Espacio Conocido un desintegrador basado en un curioso principio de funcionamiento: un rayo que suprime (de forma desconocida, claro está) la carga del electrón. La materia se ve reducida entonces a un amasijo de núcleos cargados positivamente, que se separan de inmediato por repulsión electrostática. Niven propone incluso desintegradores dobles, que poseen rayos en paralelo capaces de suprimir la carga de electrones y protones. Parafraseando al propio Niven, interesante el concepto, más difícil su realización.
Orson Scott Card también ha añadido su grano de arena al problema. En la multipremiada EL JUEGO DE ENDER se muestra a las naves humanas equipadas con un arma conocida como Ingenio de Destrucción Molecular, Doctor Ingenio o Pequeño Doctor (en inglés se llamaría al arma Molecular Detachment Device, que abreviadamente sería M. D. Device; las siglas M. D. significan doctor en medicina, y de ahí el chiste). Este arma erige en el punto focal de dos rayos un campo donde las moléculas no pueden mantenerse unidas, porque (sic) no pueden compartir electrones. El campo se debilita con la distancia, pero cada vez que choca con una nueva molécula se fortalece y se transmite. El arma es limpia, y deja tras ser utilizada un amasijo de hierro. La idea de Card es interesante, aunque no deja de ser ciencia-ficción.