
Este fue un comic muy famoso en su época, no solo por el talento de sus creadores, conocidos largamente en Europa, sino también por la calidad de la obra en general.
La miniserie constó de ocho (8) episodios publicados todos en 1978 en la Revista Skorpio Gran Color, de Ediciones Record, Argentina, entre los números 42 al 49. Recordemos que eran épocas de grandes batallas revisteriles entre la mencionada y la otra gran Editorial Columba que, como si de una batalla ideológica se tratara, enfrentaba a las revistas Tony, Dartagnan o Intervalo con las de Ediciones Record: Skorpio y Tit Bits, por citar algunas.
Como acostumbra a suceder en el cómic de ciencia-ficción los argumentos soslayan los problemas científicos y recurren a soluciones simplistas y un poco infantiles lo que no deja de ser lógico si se tiene en cuenta el medio en el que se publicó. De los veinticuatro episodios aparecidos en versión original menos de una decena han sido publicados desordenadamente aquí en castellano (hay aproximadamente otros tantos en catalán) Recientemente (primer trimestre del 2006) la editorial vasca Saure ha anunciado una nueva edición que ha empezado por el número veintidós.
El dibujo estuvo a cargo de Ricardo Lucho
Olivera, (1942-2005), quien estudió en la Escuela Panamericana de Arte con Hugo Pratt y Alberto Breccia y su estilo cargado y detallista denota definitivamente la influencia de este último.
Por su parte el guionista fue el también excelente Alfredo J. Grassi, quizás el más grande escritor pulp argentino de la época. Nacido en el interior de la Argentina hacia 1925 comenzó a publicar en 1946 con el seudónimo de Fred W. Seymour. En los 1950 colaboró en la revista Bucanero s, y luego en las editoriales Columba y Récord, entre muchas otras, usando varios seudónimos. Fue autor de la tira Dick, el Artillero, para el King Features Syndicate, y de medio centenar de novelas policiales y de ciencia-ficción.
Ambientada en un lejano año 2265 esta es una obra que podría catalogarse tanto de ciencia-ficción como de fantasía heroica como también de distopía cruda. Vamos a toparnos con varios tópicos que, para la época, se habían vuelto clásicos: el uso de una tecnología muy avanzada, ciborgs, futuros distópicos bastante lejanos o por lo menos sin ubicación cronológica y un protagonista, Hoc, con serios conflictos psicológicos y shockeado cuando descubre que es un ciborg y dónde se encuentra luchando.
Así al comienzo de la obra, en el primer episodio, vamos a ver a tres personas dentro de una nave que no saben muy bien qué es lo que está sucediendo. Desde la primera viñeta se aprecia el trabajo de Lucho Olivera, ya a esta altura con un estilo precioso y definido. En mi caso veo los trazos similares a su Gilgamesh, el Inmortal como también en Ronar.
En definitiva estos habitantes de la nave intentan escapar, luego descubren que están dentro de un vehículo, una especie de tanque que conocen como Vehículo
, que a su vez es el único sitio seguro que conocen en todo el universo y que no saben el por qué.
Esto los agobia, el encierro los enloquece y el obvio deseo de saber que ocurre los atormenta. Hoc no recuerda ni siquiera su nombre, y lo peor de todo es que no lo sabría de no ser por los robots asistentes que custodian el vehículo y asisten a los humanos. Párrafo aparte merecen los gráficos de los robots con una estética muy setentera.
Pronto descubrirá, al intentar escapar este grupo, que no están luchando contra marcianos que invaden la Tierra sino que es rehén de una situación humillante, así logra aliarse con los otros seres humanos para escapar al exterior.
Solo resta agregar que los dibujos de Olivera, en blanco y negro, son monumentales, a tal punto que se come la historia. Solo él sabe plasmar con trazos sucios y violentos pero a la vez detallistas al extremo a un planeta Marte moribundo y lleno de delirios y maquinarias imposibles. Las mujeres que imagina harían empalidecer a Bo Derek o a Sofía Loren y los hombres pueden andar en cueros mostrando sus fibrosos cuerpos, muy de los 1970 y comienzos de los 1980, muy parecidos a los culturistas inflados por anabólicos.
Párrafo aparte merecen las máquinas que recorren el planeta y las naves espaciales y la imagen final con las grandes cabezas como totems de la Isla de Pascua es brutal.
En definitiva, una obra con más de 40 años que no ha perdido vigencia, que envejeció con muchísima nobleza, que al día de hoy se vende en comiquerías y en mercados de usados y abunda en páginas web con su fans bien en lo alto.

El autor

Ricardo Luis Lucho
Olivera, (Corrientes, Argentina, 1942 - Buenos Aires, 2005), Estudió en la Escuela Panamericana de Arte con Hugo Pratt y Alberto Breccia y su estilo cargado y detallista denota definitivamente la influencia de este último. Gracias a la calidad de su trabajo atrae la atención de la editorial de Héctor Oesterheld, por lo que comienza a trabajar para las revistas Frontera y Hora Cero ilustrando varias portadas durante esos años. Pronto se sumará a Misterix y en 1964 publica su primera obra con guión propio, Legión Extranjera. El salto a la fama vendría, sin embargo, con su colaboración en las revistas de la Editorial Columba. Desde junio de 1969, había comenzado a dibujar con guion propio una historieta sobre Gilgamesh, el inmortal, en la que trasladaba al héroe y semi Dios sumerio a un entorno de ciencia-ficción post-apocalíptica. Para Ediciones Record desarrollaría historias de ciencia-ficción (Galaxia Cero, Yo, Ciborg, Planeta Rojo o la aventura heroica Ronar), en las que el uso de la sombra volvería a ser protagónico en cada una de sus viñetas llegando siempre a romper con la cuadrícula clásica con imágenes potentes y cargadas de oscuridad. Trabajó hasta poco antes de su muerte, en Buenos Aires, el 11 de noviembre de 2005.

Alfredo Julio Grassi, (San Vicente, Argentina, 1925 - Buenos Aires, 2018) Comenzó a publicar en 1946 con el seudónimo de Fred W. Seymour. En los 1950 colaboró en la revista Bucaneros, y luego en las editoriales Columba y Récord, entre muchas otras, usando varios seudónimos. Fue autor de la tira Dick, el Artillero, para el King Features Syndicate, y de medio centenar de novelas policiales y de ciencia-ficción. En los mismos años 1950 publicó una gran cantidad de novelas policiales para la Editorial Acme, fue traductor de la famosa colección de libros juveniles Robin Hood y dirigió la revista Pistas del Espacio (1957-1959), sucesora de la célebre Más Allá (1953-1957). También editó la revista Centuria, que incluyó mucho material de ciencia-ficción, principalmente de su autoría, con su nombre o con seudónimo. También cultivó la novela de cowboys y escribió guiones de historietas para múltiples editoriales argentinas e italianas. Buena parte de sus relatos de ciencia-ficción están reunidos en Y LAS ESTRELLAS CAERÁN (Buenos Aires, M. E. S. A., 1967) y EN LA ISLA Y OTROS RELATOS DE FANTASÍA (Buenos Aires, Junco, 1970), además de aparecer en varias antologías. A lo largo de su carrera ha utilizado casi una treintena de seudónimos. Grassi falleció el 17 de agosto de 2018, habiendo sido guionista, docente, escritor, poeta, traductor, cineasta, periodista y político.