
Es el planeta más grande del Sistema Solar; está en órbita a una distancia media de aproximadamente 778 millones de km. del Sol, realiza una revolución completa alrededor de éste en 11, 86 años y una rotación completa alrededor de su propio eje en apenas 9, 84 horas. La definición de gigante gaseoso dada a Júpiter puede entenderse mejor a través de estas cifras: diámetro 143.200 km. (alrededor de 10 veces más que la Tierra); masa 318 veces mayor que la Tierra; volumen 1.317 veces superior al de la Tierra. Conociendo masa y volumen, se puede determinar fácilmente la densidad media que, en este caso, es de apenas 1, 3 con respecto a la del agua. Es conocido desde la antigüedad y los romanos lo identificaron con Júpiter, el padre de los Dioses.
Júpiter cuenta con un elevado número de satélites, al menos sesenta y tres a mediados de 2006, en su gran mayoría descubiertos en estos últimos años. Aunque por el momento no todos ellos han sido todavía bautizados, hasta ahora siempre se ha respetado la tradición iniciada por Galileo de otorgarles nombres de amantes mitológicas de este dios aunque ampliada, al aumentar tan espectacularmente su número, con otras deidades femeninas menores vinculadas de una u otra manera a los ciclos mitológicos del rey de los dioses.
Salvo los cuatro satélites galileanos (Ío, Europa, Ganímedes y Calixto) que se cuentan entre los mayores satélites del Sistema Solar, siendo dos de ellos (Ganímedes y Calixto) de tamaño similar al del planeta Mercurio, el resto son todos de pequeño tamaño, poco más de un par de centenares de kilómetros en el mejor de los casos y menos de diez en el resto. Estos satélites menores forman dos grupos, los interiores a la órbita de Ío (Metis, Adrastrea, Amaltea y Tebe) equivalentes a los satélites pastores de Saturno y conocidos como el grupo de Amaltea, y los exteriores, con órbitas muy excéntricas e inclinadas sobre el ecuador del planeta y semiejes mayores que oscilan entre los 11 millones de kilómetros de Leda y los más de 30 del todavía innombrado S72003 J2. Estos últimos, a su vez, forman varios grupos en función de las peculiaridades de sus órbitas, denominados con los nombres del principal de cada uno de ellos: Temisto, Himalia, Carpo, Ananké, Carme y Pasifae.
Otros compañeros espaciales de este planeta son los asteroides troyanos que, repartidos en dos grupos, ocupan los puntos de Lagrange de la órbita joviana situados 60 grados por delante y 60 grados por detrás del mismo.
Júpiter, al igual que el resto de los planetas gigantes del Sistema Solar, posee un sistema de anillos, aunque mucho más tenues que los de Saturno, por lo que no fueron descubiertos hasta fechas muy recientes.
Sobre la superficie visible del planeta se observa una alternancia de bandas claras y oscuras, dispuestas paralelamente al ecuador. No se trata de elementos morfológicos fijos, como las montañas de la Tierra o los cráteres de la Luna, sino de nubes de estructura gaseosa en constante movimiento y evolución
Es necesario advertir que cuando se habla de superficie de Júpiter, se hace referencia a sus nubes, a una móvil estructura atmosférica y no a una capa sólida, como en el caso de los planetas interiores. La superficie sólida de Júpiter, si existiera, está literalmente sepultada por un océano de decenas de miles de kilómetros de fluidos, tanto en forma gaseosa como líquida.
Está ampliamente admitido que Júpiter es una estrella abortada, es decir, que si su masa hubiera sido diez veces mayor, en su núcleo se hubieran a las presiones y temperaturas necesarias como para original las reacciones de fusión nuclear que se producen en el Sol. Como demostración de esta posibilidad, está el hecho de que Júpiter es el único planeta que irradia más energía que la que recibe del Sol, signo de que hay una fuente de calor interno debida a los procesos residuales de contracción.
Aunque Júpiter es escenario frecuente de numerosas obras de ciencia-ficción (baste recordar las aventuras de Lucky Starr y la divertida ¡COMPRE JÚPITER! ambas de Isaac Asimov, o 2001, UNA ODISEA ESPACIAL, tanto la película de Stanley Kubrik como la novela de Arthur C. Clarke) lo que ya no resulta tan habitual es que se especule con la existencia de algún tipo de vida en este gigante gaseoso, vida que evidentemente tendría que seguir unos patrones muy diferentes a los que conocemos. Dentro de este apartado, podemos citar dos relatos de Asimov: ¡NO DEFINITIVO! donde terrestres y jovianos consiguen entrar en contacto por radio pero no físicamente debido a la incompatibilidad de sus respectivas condiciones de vida, y VICTORIA ININTENCIONADA, donde el contacto físico sí puede ser establecido gracias a unos robots especialmente diseñados para resistir las infernales condiciones de presión y temperatura reinantes en este planeta, librando de paso a la humanidad de las malévolas intenciones de sus habitantes. Otra variante de este mismo tema aparece en LLAMADME JOE, de Poul Anderson, donde un terrestre lisiado consigue transferir su mente a un robusto cuerpo joviano. Asimismo Clarke, en las secuelas de 2001, habla de la existencia de vida animal en Júpiter, aniquilada tras la conversión de éste en una estrella. Sin embargo, la mejor descripción de una exploración de Júpiter, con primer contacto incluido, se produce en UN ENCUENTRO CON MEDUSA, en la que un ciborg penetra con un globo en la atmósfera del planeta, describiendo no solo las extraordinarias condiciones ambientales sino a posibles formas de vida animal, depredadores incluidos, muy coherentes e interesantes, que recuerdan mucho a los mostrados en el libro/serie de televisión COSMOS de Carl Sagan. En uno de los capítulos-relato de CIUDAD, de Clifford D. Simak, los hombres emprenden la colonización de Júpiter adaptándose a las condiciones de vida joviana mediante una máquina más que milagrosa cuyas consecuencias revestirán una gran transcendencia para la raza humana. Dentro de la ciencia-ficción española nos encontramos con EL REFUGIO, de Juan Miguel Aguilera y Javier Redal, donde se describe la historia de una entidad alienígena que, huyendo de sus enemigos, lleva millones de años refugiada en Júpiter.
La transformación artificial de Júpiter en una estrella, provocada por los misteriosos seres galácticos responsables de la evolución de la humanidad, es planteada por Clarke en 2010, ODISEA 2, como medio del que se valen estos sembradores de inteligencia para acelerar la evolución de los seres vivos existentes en los mares internos de Europa. Más drástico (y menos verosímil, evidentemente) es el planteamiendo esbozado por Pascual Enguídanos no sólo en la Saga de los Aznar, sino también en otras obras suyas: Júpiter sería en realidad una estrella en miniatura (pero natural, no artificial) lo que suministraría a sus satélites el suficiente calor para que éstos pudieran ser habitados por el hombre; aunque, curiosamente, Enguídanos no sitúa esta habitabilidad en Europa, sino en Ganímedes.
Ya descendiendo a lo más deleznable de la serie B, tampoco faltan novelas de a duro en la que sus autores nos presentan un Júpiter perfectamente habitable, al estilo de la Tierra sólo que a una escala mayor... Lo cual, por lo disparatado, acaba resultando curioso.
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