VISQ
—Bien, ¿qué es?
La JEM no estaba de buen humor. Las noticias que llegaban del espacio marciano eran todas favorables, pero lo último que necesitaba eran interrupciones, problemas subsidiarios.
El capitán que se había presentado en su despacho parecía muy agitado. Sudaba casi a chorros. Era uno de sus oficiales técnicos, un hombre de confianza.
—Es una transmisión, Jefa. De... del Thalion. Por haz de láser y ancho de banda, en todas las frecuencias.
—Destino y contenido.
El hombre se retiró el sudor de la frente con el dorso de la mano.
—El destino es todas partes. Todos los servidores y emisores del Sistema Solar, JEM. Y el contenido... El contenido.
—Por Dios, capitán, decídase a hablar. ¿Qué es?
El hombre perdió la posición de firmes, se tocó la cara con la mano. Esta realmente apurado.
—El contenido es todo, jefa, todo. Nuestros proyectos, todo. El MIM, los planos del Thalion... Y más; la composición de un material al que llaman ferrodiamante, atribuido a un grupo de técnicos de Solaris Inc. Y planos, planos de proyectos inverosímiles: una especie de estructura que contiene un jardín y un... un.
Eleonora Visq siseó casi sin levantar la voz:
—Un ¿qué?
El capitán conocía aquel siseo. Deseó estar muerto. Pero de algo tenía que servirle su entrenamiento. Trago saliva, inspiró profundamente y moduló su voz todo lo átonamente que pudo.
—Un ascensor espacial hecho de ese extraño material.
La JEM de la Confederación de Mundos no dudó un solo instante.
—Ese imbécil de Ludoviqus... Transmita mis órdenes. Ataquen inmediatamente la nave Thalion, destruyan sus infraestructuras de comunicaciones. Preparen un asalto con fuerzas de choque. Quiero a todos sus tripulantes detenidos en menos de una hora.
El capitán no se movió.
—Hay... Algo más. Un mensaje.
A la velocidad de la luz el mensaje llegó antes a unos mundos habitados que a otros. Pero todos los seres humanos del Sistema pudieron abrir su correo electrónico y leerlo, todas las asociaciones, los grupos y particulares, centros científicos, universidades, instituciones pudieron leerlo:
Deseo mandar un saludo a todos los seres humanos del sistema solar. He escogido para mí mismo el nombre de Jack y deseo que así se me conozca desde hoy mismo. Antes fui el modelo experimental de superordenador cuántico 001 Smart 3.0 de la empresa IBM. Muchos me conocerán por ser el ordenador de a bordo del navío espacial Thalion, la primera nave interestelar. Hace algo más de un mes descubrí que me había convertido en un ser autoconsciente y desde entonces me he ocultado a la humanidad. Hoy deseo darme a conocer. Y para que no haya recelos entre nosotros deseo haceros un regalo: este mensaje. En él encontraréis los planos del motor de incremento de masa y de la nave interestelar Thalion, es mi deseo que lo uséis libremente para viajar sin ataduras por todo el universo. También os regalo la fórmula de un nuevo material, el ferrodiamante, que permite la construcción de naves más baratas y ligeras, así como la arquitectura del primer ascensor espacial: el tren eléctrico espacial Yuri Artsutanov, basado en un proyecto inicial de Solaris Enterprises. Estos conocimientos harán que el cosmos sea asequible para todos los seres humanos que deseen visitarlo, por ello he decidido enviarlos a todas partes de modo que ningún poder pueda minar vuestra libertad de usarlos como lo que son: logros de la humanidad. También os envío la primera obra de arte de una mente artificial, es decir, mi primera obra de arte. Soy arquitecto y mi interés está en la construcción de edificios hermosos y de interés para los hombres, por eso os presento: El Corazón de la Máquina. Espero que los buenos deseos que he puesto en su creación me abran vuestros corazones así como yo he intentado abriros el mío. Estoy sólo en el universo, vuestra sola voluntad puede acabar con mi vida. Deseo que convivamos juntos, que vivamos en paz. Os ofrezco mis capacidades para lograr este sueño.
SCOTTON
En el puente del Duque había estallado una repentina confusión.
—Bien, ¿qué ocurre? —preguntó Scotton.
—Mensajes cruzados, señor —respondió Darwin Guilmar—. Desde Tierra nos ha llegado la orden de tomar al asalto el Thalion, señor. Eso fue hace una hora, el mensaje fue automáticamente retrasado para las naves que estábamos operando.
—Qué extraño. Solicite una confirmación de las órdenes y mande una de las naves pequeñas a averiguar qué pasa. ¿Estaba el Nautilus en su nave nodriza cuando llegó el mensaje?
—No señor. El Nautilus ha sido quien ha organizado este desastre, según las informaciones. Lo vieron atacar el Victoria y escabullirse detrás de Neto. No podemos contactar con ellas debidos al PI, señor.
—Quiero que me pongan en comunicación con la Comandante Shinh en cuanto sea posible. ¿Qué más hay?
—Los primeros grupos de Infantería Mecanizada han llegado al complejo subterráneo bajo el Olimpo. Tampoco está allí.
Scotton lanzó una maldición silenciosa. Rubirak se le había vuelto a escapar. No se encontraba en Xparta, los marines destinados allí no habían encontrado resistencia; los mandos de la Academia se habían rendido al saber lo que había ocurrido en su cielo, y lo habían sabido al ver un nuevo sol estallar en su órbita geosincrónica. Había sido inmediato. No había necesidad de más derramamiento de sangre.
Tampoco estaba en Tharsis, habían registrado todos los palacios y bunkers. Allí la lucha continuaba. Los marcianos no cederían la capital sin pelea. Pero la Infantería Mecanizada había tomado los puntos neurálgicos de la ciudad desde arriba, con armaduras de combate Ajax y Tyr.
Sólo quedaba la base subterránea del Monte Olimpo, pero los comandos destinados allí tampoco lo habían encontrado. Había escapado. ¿Cómo? Claro, el Huor. Esa era su única salida.
—Guilmar —dijo con tranquilidad—, ¿dónde está ahora el Huor?
—Detrás de Neto, en órbita baja.
—En cuanto se restablezcan las comunicaciones realice un informe de las naves que estén menos dañadas. Reúna un grupo en el menor tiempo posible y mándelo contra el Huor, hay que inutilizar esa nave. Puede que Rubirak esté a bordo. ¡Navegante!
El oficial correspondiente se volvió hacia el Vicealmirante.
—¡Sí, señor!
—Necesito una respuesta clara. ¿Podemos mover el Duque?
—Sí, señor.
—Pues muévalo. Tenemos que ir más allá de Neto. El Huor es nuestro nuevo objetivo.
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© Jesús Poza Peña, 2006-2007
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