Ambos transbordadores habían salido de sus alvéolos alejándose de la Caja de Zapatos. Apenas un minuto después viraron en redondo.
Carla hizo desaparecer de la pantalla unas cuantas ventanas hasta encontrar la que le interesaba.
—Tengo una buena y una mala noticia.
—¿Cuál es la buena?
—La buena es que la derrota de los transbordadores no se cruza con la nuestra.
Overend sonrió a pesar de sí mismo.
—Muy bien expresado bonita. Para los más lerdos; eso ha querido decir que no vienen hacia acá. ¿Y la mala?
—Que nuestra derrota no cruza la que están tomando los transbordadores.
—Tenemos una analista con un sentido del humor muy particular. ¿Dónde se dirigen entonces?
—Cuando fijen el rumbo lo sabremos. Puede que todavía den media vuelta y vengan a echarnos un vistazo.
Jennes se mordió dubitativo el labio inferior.
—No hace falta esperar tanto, van derechos hacia el pecio.
Zoe señaló un instante a Jennes con el índice de su mano derecha.
—Exacto, compañero. ¿Qué se les habrá perdido allí?
Raúl encontró la respuesta.
—Si no me equivoco están buscando los agujeros, parece que quieren situarse en la vertical.
—Pues lo están consiguiendo. ¡Pero bueno! ¿Qué hacen ahora?
Ambos transbordadores giraron sobre su eje longitudinal hasta quedar enfrentados por su lado más ancho. Tras esto, se ensamblaron formando un inmenso bloque de forma cúbica. Una vez finalizada la operación, rectificaron su posición respecto al pecio y comenzaron a acercarse a él.
Durante el acercamiento, aún rectificaron en un par de ocasiones más su posición hasta quedar perfectamente enfrentados con el agujero central. Cuando lo consiguieron, simplemente continuaron deslizándose hasta encajar en él con toda precisión.
Zoe hizo un gesto obsceno que nadie vio.
—Esos cabrones lo tenían bien pensado.
—Desde luego esa maniobra no ha sido producto de una ráfaga de inspiración.
Carla seguía con su febril actividad sobre la consola.
—Os puede parecer obvio, pero han abierto dos canales entre los transbordadores y la Caja de Zapatos. Uno digital y otro analógico.
Raúl carraspeó ahogadamente.
—¿Y entre los transbordadores y el Queso?
—Nada. Para ser sincera, mientras estuvieron maniobrando junto al Queso, cada uno mantuvo tres canales digitales; uno con el Queso, otro con la Caja y un tercero, común, con el otro transbordador. De vuelta a la Caja de Zapatos se cortaron. Evidentemente los usaron para sincronizar la operación.
—¿Y ahora dices que sólo mantienen dos? ¿Y sólo con la Caja de Zapatos?
—Efectivamente. De modo que podemos empezar a pensar en los transbordadores como una única nave.
Jennes río burlón.
—Eso me sugiere un montón de cosas a cuál más interesante. Pero no os voy a deslumbrar con mi ingenio. En lo que respecta al tema de entrar en contacto cambio mi voto. Creo que este es el momento de intentarlo.
La voz de Overend fue media octava más alta de lo habitual.
—¿Por qué cambias ahora de opinión?
—Porque me da en la nariz que va a ser ahora o nunca. Esto me empieza a sonar a desbandada, y como hasta ahora no nos han hecho ni caso, me parece que debemos ser nosotros los que demos señales de vida.
—¿Julia? ¿Zoe?
Ambas se miraron indecisas. Julia se volvió hacia Jennes.
—Eso, ¿por qué ahora?
—Bueno, bastante han demostrado que no somos nada que les preocupe. Ellos a nosotros sí nos preocupan, por lo tanto, hay que hacérselo saber.
—Overend, puede que Jennes tenga razón. Quizá debiéramos intentarlo.
—¿Zoe?
Zoe soltó una risita nerviosa.
—La cosa es complicada. En cualquier caso la opción de hacer el contacto parece mayoritaria. La verdad es que a estas alturas ya me da igual.
Overend suspiró hondamente.
—Zoe lo ha dicho. Sois mayoría. Haced lo que os dé la gana.
Carla, casi adelantándose a las últimas palabras de Overend, se levantó exultante de la Consola de Observación.
—Listo. He abierto un canal digital con la Caja de Zapatos y otro con el Queso de Bola.
Overend y Raúl levantaron la cabeza de sus consolas con el tiempo justo de ver como Carla salía del Centro de Control
—¿Qué has hecho qué?
—¿Pero dónde vas?
—Enseguida vuelvo. Es cosa de un minuto.
Julia, desde el Centro de Mantenimiento, gritó alarmada.
—¿Qué pasa? ¿Algún problema?
—Tranquilos, la Chica de Hielo se ha ido a mear y nos ha dejado un embolado de muy señor mío.
—¿Qué dices? ¿Qué ha hecho?
—Nada menos que abrir un canal con el Queso y otro con la Caja.
—Que hija de puta, ya los tenía preparados.
—Lo que no sé es de que forma los ha abierto. Ha dicho que los dos eran digitales, pero nada más.
Jennes bufó acalorado.
—Esta tía me pone negro. Tú, Overend, tienes que cortar de raíz esto de que la niña haga lo que le venga en gana.
—Cállate y espera a que vuelva. A ver si se explica.
—¿Hablabais de mí?
—De ti y de tus dos canales. Explícate,
—Un segundín que me acomode... Ya está. Si he abierto dos canales digitales ha sido por la sencilla razón de que no disponemos de equipos analógicos de transmisión.
Jennes concentró toda su frustración en un grito desproporcionado.
—¡Entonces como coño somos capaces de recibir transmisiones analógicas!
—No podemos recibir transmisiones analógicas, todos nuestros equipos son digitales. El escáner captura un amplio espectro electromagnético para su análisis, Una vez hecho esto, se pueden manipular bandas muy concretas trasladándolas a frecuencias de audio. Unas resultan ser más interesantes que otras. Pero lo que es emitir, imposible.
—Que escáner más listo. Entonces dime; ¿qué estamos enviando por tus canales digitales?
—No tengo ni idea. El Queso, la Caja y cada uno de los transbordadores, aparte de una serie de cosas que supongo serán datos acerca de su posición y velocidad, emiten por todos sus canales una secuencia, repetida a intervalos regulares, que tiene todo el aspecto de ser un identificativo. Así que he hecho que el ordenador generara un identificativo, basándose en las pautas de los otros cuatro, para usarlo como tarjeta de visita.
Jennes continuaba dando muestras de gran nerviosismo.
—Hábil, muy hábil. ¿Y quién te dice que no les estas enviando el indicativo de un blanco de pruebas? ¿O una señal hostil, y en cuanto la reciban nos van a desintegrar sin pensárselo mucho?
Zoe rió a carcajadas.
—Pero que burro eres. Seguro que la secuencia que se ha inventado el ordenador tiene tanto sentido como la que formaría un mono con las letras de la palabra zoquete.
—Pues imagínate lo que haría con las letras de la palabra puta.
Overend fue cortante.
—¡Ya basta Jennes! ¿De verdad crees que han venido aquí para practicar el tiro al blanco? Me desesperas, chaval. Carla, ¿se están dando por enterados?
Carla sacudió la cabeza con fuerza.
—De momento no. Estoy transmitiendo por el canal que han dejado libre los transbordadores al unirse. Habrá que esperar.
—¿Cuánto más?
—Lo que sea necesario. De todas formas no soy la única que ha demostrado ser capaz de pensar. Si alguien tiene alguna otra idea, que la suelte.
Raúl habló con resolución.
—Sigo diciendo que es conveniente sacar el Mosquito y acercarlo hasta ellos. A estas alturas no creo que lo tomen como un gesto agresivo.
Overend abrió una ventana con los controles de la sonda dispuesto a lanzarla.
—¿Alguien en contra?
Julia le contestó por todos.
—Déjate de historias y lárgalo de una vez.
La sonda se desprendió de su soporte dirigiéndose hacia el Queso y la Caja.
No tardaron mucho en tener en sus consolas una nueva ventana con las imágenes de la cámara del Mosquito. Gradualmente, las proporciones del pecio y las dos naves se fueron ampliando hasta que se pudieron observar con toda nitidez algunos detalles que la cámara exterior, pese a funcionar a su máximo aumento, no podía mostrar.
Zoe contemplaba embobada su consola.
—Mirad la Caja de Zapatos. Que cosa más fea y más basta de casco.
Raúl se encogió de hombros.
—Yo no diría tanto; tiene su encanto. Sin embargo el acabado del Queso es tan fino como el del pecio. No hay duda de que ambos están construidos por las mismas manos.
—O lo que tengan.
Jennes golpeó varias veces la pantalla con la punta de los dedos.
—Un momento. ¿Qué le pasa al Queso? Yo diría que está girando.
—Puede ser, pero es difícil de apreciar.
—¡Atentos todos! La Caja también está girando, y eso sí que no es difícil de apreciar.
Ambas naves viraban sobre sí mismas. La Caja, apenas giró noventa grados, los necesarios para situarse en una imaginaria línea paralela al eje de los transbordadores encajados en el pecio.
El Queso fue más radical en su giro. Dio media vuelta, hasta enfilar el camino por él que había venido.
Julia fue la primera en intuir que iba a ocurrir.
—Se largan, los muy cabrones se largan.
—¿Pero qué dices? Si todavía no han...
Confirmando las palabras de Julia el Queso, en una maniobra imposible, aceleró casi instantáneamente hasta la velocidad de salto.
Conseguirla y saltar fue todo uno.
Overend silbó asombrado.
—¡Joooder! Qué, Jennes. ¿Qué te ha parecido el truco de tus amigos albañiles?
—¡Déjame en paz y mira lo que están haciendo los transbordadores con el pecio!
El pecio, impulsado por los motores de los transbordadores, se alejaba acelerando trabajosa pero inexorablemente. A relativamente poca distancia, le seguía la Caja de Zapatos.
Necesitaron mucho más tiempo que el Queso para alcanzar la velocidad de salto, pero cuando lo hicieron, no tardaron en crear la necesaria singularidad para hacerlo.
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