Overend entró en el Centro de Control sin hacer ruido. Sólo cuando se sentó en la Consola de Observación, advirtió Jennes su presencia.
—¡Joder, tío! Vaya susto me has dado. Pensé que eras la Chica de Hielo intentando liquidarme.
—Ya ves que no. ¿Cómo va todo?
—Estupendamente. Zoe y Raúl están explorando el interior del pecio y, para que negarlo, no han encontrado nada interesante. A Julia le sienta fatal el mando, yo me aburro como una ostra y la Chica de Hielo todavía no se ha despertado. Por cierto. Muy bueno lo tuyo. Me tienes que explicar como se hace para poder defenderme la próxima vez.
—La próxima vez me encargaré personalmente de sujetarte para que pueda hacer contigo lo que le dé la santísima gana.
—Ya me vengaría yo desde el más allá. Como supongo que querrás hablar con Julia dejo esto a tu cargo y me voy a comer. Que lo disfrutes con salud.
Overend esperó a que Jennes saliera del Centro de Control para ponerse en contacto con Julia. Lo hizo a través del canal de órdenes para que Zoe y Raúl pudieran escucharle.
—¿Julia? Soy Overend.
—Hombre, el bello durmiente ya se ha despertado. ¿Estás más calmado?
—Eso espero. ¿Habéis dado con algo interesante?
—Sí y no. Por un lado los agujeros laterales atraviesan el casco y van a dar a unas bodegas bastante grandes. No nos hemos molestado en averiguar las dimensiones exactas de las mismas, ni que función podrían tener, porque hemos preferido examinar el complejo de corredores que empieza al nivel de los nichos, pero los focos no son lo bastante potentes como para iluminar las paredes, así que imagínate.
—Eso parece el sí. ¿Y el no?
—Pues que el complejo de corredores tiene el aspecto de extenderse por todo el casco como un puñetero laberinto. Lo poco que tenemos cartografiado es tan enmarañado como el metro de mi pueblo. Y lo peor es que hemos descubierto varios pozos verticales que tienen todo el aspecto de ser huecos de ascensor, de modo que tendremos otro nivel de corredores como mínimo.
—Ya. ¿Y no habéis encontrado nada más?
—En esencia eso es lo más importante. También tenemos una serie de inscripciones manuscritas en los muros de los corredores.
Raúl carraspeó antes de empezar a hablar.
—Son carteles indicadores con la numeración de los corredores y la dirección a seguir hacia la salida.
—¿Cómo has llegado a esa conclusión?
—Bueno, te diré; hay unos grafismos, terriblemente extravagantes, como podrás comprobar si te dignas a echarles un vistazo, que sorprendentemente tienen un extremo ancho y otro que se estrecha hasta desaparecer. Si se siguen los grafismos en dirección al extremo ancho, te pierdes. Si se siguen en dirección a la parte estrecha, llegas a la sala principal y, por extensión, al nicho.
—No hace falta que seas tan sarcástico. Con decir que todo está lleno de flechas indicadoras me sobra.
—Pues a mí no. Llevo casi seis horas colgado en el bastidor y ya estoy hasta las orejas de esto. Quiero comer y echarme un sueñecito.
Zoe bostezó sonoramente.
—Yo también quiero comer y tocarme un rato la pera. ¿Va a ser posible?
—¿Tú también quieres descansar, Julia?
—No me vendría mal.
—Perfecto. ¿Qué tiempo de autonomía les queda a los multípodos?
—Un par de horas, tres a lo sumo. A ellos tampoco les vendría mal una recarga.
—Dejadlos donde están y venid para acá. En cuanto vuelva Jennes saldré con otro multípodo para llevarles baterías mientras vosotros descansáis.
Zoe hizo un comentario neutro.
—No te olvides de traer también repetidores, a mí sólo me quedan un par de ellos.
—También repetidores. No me olvidaré.
Raúl palmoteó alegremente haciendo chocar los manipuladores del multípodo entre sí.
—Ya iba siendo hora. Pero antes quiero saber dónde llevan los huecos de ascensor. Estoy ante uno y ya hace un par de horas que siento curiosidad por ver donde van a parar.
—¿En qué ventana estás?
—Creo que en la Ocho. Atentos que empiezo a bajar.
MultiRaúl se acercó al borde el pozo, inclinándose para iluminar las paredes del mismo con los focos. Veinte metros más abajo, una abertura parecía indicar la existencia de otro nivel de corredores.
MultiRaúl colocó un repetidor en el borde del pozo y luego se lanzó al vacío frenándose con los impulsores. En menos de dos segundos se encontró flotando frente a la abertura. Partiendo de ella se extendía un largo corredor del que salían más pasillos laterales a intervalos irregulares.
—¿Ves eso?
—Sí. ¿Puedes seguir bajando?
—Desde luego.
Veinte metros más abajo una nueva abertura y un nuevo corredor repleto de bifurcaciones se presentó ante ellos.
—Genial. Seguiré bajando hasta donde pueda, pero me parece que vamos a encontrarnos con el mismo panorama.
Tres niveles más abajo MultiRaúl dio por terminada la operación.
—¡Planta sótano! Consigna, Aparcamiento, Objetos Perdidos y Agencia de Viajes. Este es el último nivel. Ahí abajo tenemos el fondo del pozo.
—Ya veo. Sube y... Espera, ¿qué es eso?
—¿Qué es, qué?
—Eso que está ahí, en el fondo del pozo, contra la pared de la izquierda.
—Vamos a ver.
Julia entró en el Centro de Control mientras Zoe se dirigía directamente a la cocina.
—¿No ha acabado todavía Raúl?
Overend sacudió la cabeza mientras contemplaba fijamente el monitor.
—No, creo que hemos encontrado algo.
—¿Él qué?
—Ponte en la Consola de Navegación y abre la ventana Ocho.
No hizo falta porque Jennes la había dejado activada. En ella se veía como MultiRaúl sostenía un objeto alargado con un manipulador.
—Ya me parecía a mí rara tanta asepsia.
—¿Qué es eso?
—Yo diría que un martillo.
Julia aplaudió pausadamente.
—Estupendo. Mira si también andan por ahí el manual y la garantía.
A Raúl la emoción le quebraba la voz.
—Déjate de ironías. Al fin hemos dado con algo importante. Este martillo es lo bastante pequeño y reconocible como para hacernos una idea de como eran los constructores. Voy a dejar el multípodo a la entrada del pozo y os veo enseguida en el Centro de Control.
—De acuerdo, hasta ahora.
Julia se levantó de la consola y se acercó a Overend.
—¿Por qué no nos dejamos ya de tantas tonterías y remolcamos el pecio hasta la Base?
—¿Remolcar esa mole? Lo veo difícil. Lo mejor sería marcar esta zona y que una expedición mejor equipada venga y lo recoja.
—¿Y por qué no nosotros?
—Porque no creo que tengamos potencia suficiente como para hacerlo saltar. ¿No crees?
—Eso no es problema. El ordenador puede calcular si podemos o no. Lo que me preocupa es que como sigamos aquí esto acabará por estallar.
—¿Cómo que estallar?
—Eso es, estallar. Ya hay bastante tensión acumulada como para que nos asesinemos los unos a los otros. Y ni Jennes, ni la Chica de Hielo, ni tú, hacéis nada porque esto vaya a mejor.
—¡Qué dices! No me eches a mí la culpa de lo que hagan los demás.
—No es a ti sólo, es a los tres. Habéis tenido un comportamiento bastante estúpido desde que dimos con este pecio. Y si te digo la verdad, estoy empezando a tener miedo. A saber quien puede ser el próximo que le dé por hacer una locura.
—Si es por mí no te preocupes. Intentaré hablar con Carla y aclarar las cosas. En cuanto a Jennes, ya sabes que hay poco que hacer.
Julia reflexionó un momento.
—Ya me encargaré yo de hablar con él. Pero sólo te pido una cosa; vámonos de aquí, cuanto antes mejor.
—Ya veremos. Si vas a la cocina dile a Jennes que se dé prisa.
—Piénsatelo.
Overend, aprovechando que se había quedado solo en el Centro de Control, examinó el plano de los corredores. La estructura del mismo no le sugirió nada. Los pasillos, dispuestos en una retícula irregular sobre la que destacaba los puntos parpadeantes que señalaban a MultiZoe y MultiRaúl, no seguían ningún esquema definido.
Sólo los pozos que unían los diferentes niveles mantenían una pauta constante. Alineados y separados entre sí algo más de cien metros, parecían ser los ejes sobre los que se había construido el complejo de corredores.
En la periferia del plano, los corredores se cortaban bruscamente allá donde la exploración había quedado suspendida para continuar por otro lugar.
Raúl tardó en llegar más de lo que Overend había pensado, coincidiendo con Jennes en la entrada del Centro del Control.
—Pasa.
—No, pasa tú.
—¿Ya no te fías de nadie?
—No. Desde que la Chica de Hielo va a por mí prefiero andarme con cien mil ojos.
Raúl se volvió hacia Jennes sonriendo.
—Paranoico. Eso te pasa por buscarte enemigos en vez de hacerte amigos.
—¡Olvídame!
Overend dejó la Consola de Observación estirándose más de la cuenta.
—Sois unos plastas, dejadlo ya.
—Como si tú fueras una hermanita de la caridad.
Overend salió rápidamente del Centro del Control.
—Lo soy. Me voy a la Plataforma de Carga a preparar el material de repuesto para los multípodos.
—Entonces, si Jennes se queda aquí yo me voy a comer.
—¿Y qué pasa conmigo? ¿No descanso o qué?
—Veré que tal está Carla. Si se ha despejado lo bastante te podrá relevar.
—Muy bien, pero procura avisar cuando venga.
—Tranquilo, daré voces y le pondré un cascabel.
—Más te vale. Porque de lo contrario te...
Raúl salió del Centro de Control sin dejar que Jennes completara su amenaza.
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