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por Antonio Quintana Carrandi

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Como casi todos los autores de novelas de a duro, Lecha fue un todo terreno capaz de lidiar con cualquier género. Veamos ahora algunos de ellos.

El Lecha policial

MATANZA EN LA CIUDAD DEL VICIO

La novela policíaca ha tenido siempre gran aceptación entre el público. Lecha cultivó este género profusamente, ofreciéndonos docenas de amenas historias policiales.

Las novelas policíacas de este autor suelen ser relatos muy sobrios. Sus protagonistas, como ocurre en casi todas sus historias, del género que sean, no son héroes, sino hombres comunes que, por una u otra razón, se ven involucrados en una trama criminal y tienen que ejercer de detectives ocasionales para tratar de resolver el entuerto y, de paso, salvar su vida o la de alguna hermosa dama en apuros. Incluso cuando el protagonista es un policía profesional, Lecha huye del clásico estereotipo de película americana. Los protagonistas de las novelas de otros autores, como Frank Caudett o Lou Carrigan por ejemplo, son tipos peligrosos, de una pieza, hábiles con la pistola, diestros en la lucha cuerpo a cuerpo y con un punto de chulería. Lecha, por el contrario, siempre mostró su preferencia por el hombre corriente, que no vulgar. En sus novelas de intriga no hay lugar para el típico y tópico macho desgarbado a lo Mike Hammer o Harry El Sucio Callahan, con sus aires de perdonavidas y sus impresionantes pistolones en ristre. El héroe lechano, sea policía, detective privado, detective aficionado o investigador de compañía de seguros, es un hombre de la masa, del pueblo. Quizás con algunas habilidades especiales, pero siempre una persona bastante normal y corrientita. Al contrario que los héroes descritos por algunos colegas suyos, que no dudan en liarse a tiros a la primera de cambio, los de Lecha suelen evitar, siempre que es posible, las peleas y enfrentamientos armados, optando por recurrir a la astucia antes que a la violencia. Más vale maña que fuerza, ya se sabe. Pero llegado el caso, y si no queda otro recurso, naturalmente que disparan.

Las colecciones populares de novelas policíacas solían publicar, indistintamente, obras policiales o de espionaje, aunque, como es lógico, había alguna colección que respetaba escrupulosamente el género a que estaba dedicada. Una de ellas, de bastante éxito, fue ENVIADO SECRETO, de Editorial Bruguera, que vio la luz hacia mediados de los años sesenta. Se trataba de una serie de aventuras de espionaje protagonizadas por cuatro agentes secretos, claramente inspirados en James Bond 007, que trabajaban para una organización llamada DANS (Departamento Atómico Nacional de Seguridad) Lecha colaboró en esta colección ocupándose de novelar las aventuras del agente EO-003, Bel Bassiter. Burton Hare escribía las novelas de EO-005, Mike Bannion; Frank Caudett las de EO-002, Donald Evans y Silver Kane las de EO-004, Johnny Klem.

He aquí algunas de las mejores novelas de Lecha en la serie Enviado secreto: PERFUME PARA MATAR, nº 62; NADIE ES INMORTAL, nº 58; LA MUERTE ESPERÓ 100.000 AÑOS, nº14.

En cuanto a las novelas policíacas, destacaremos los siguientes títulos: CALLES SANGRIENTAS, nº 1064 de la colección Punto Rojo; ROBIN FARR, BANDIDO GENEROSO, nº 1775 de la colección Servicio Secreto; VACACIONES SIN CRÍMEN, VACACIONES PERDIDAS, Punto Rojo nº 1034; IRA, FUEGO Y DESTRUCCIÓN, Servicio Secret o, nº 1623; BILLETES FIRMADOS CON SANGRE, Punto Rojo, nº 1032; MILLONARIA POR UN DÍA, Servicio Secret o, nº 1757; FINAL DE RUTA: LA TUMBA, Punto Rojo (reedición de Ediciones B) nº 14; SE NECESITA UN ASESINO, Punto Rojo, nº 1140; LA CASA DE LOS MIL OJOS, Servicio Secret o, nº 1749; LA MISTERIOSA MUERTE DE MISTER BRENNAR, Punto Rojo, nº 1029.

EL Oeste de Clark Carrados

EL HOMBRE QUE NECESITO
EL HOMBRE QUE NECESITO

A mi juicio, Luis García Lecha fue uno de los mejores autores de novelas del Oeste. Podrá afirmarse (y no seré yo quien lo niegue) que la prosa de José Mallorquí era insuperable y que M. L. Estefanía arrasaba con sus vaqueradas escuetas y tremendamente efectivas. Pero el novelista riojano no sólo consiguió hacerse un hueco entre los autores del Oeste ya consagrados, sino que, además, logró alcanzar un nivel que otros escritores contemporáneos suyos jamás alcanzaron. Hay que tener en cuenta que en la época de mayor auge de las novelas de a duro, el Oeste era el género rey, seguido a bastante distancia por la novela rosa, la policíaca y la de guerra. Había muchísimos escritores dedicados a glosar la historia del viejo Oeste americano en aventurillas de ciento y pico páginas, de modo que la competencia era feroz. Y a pesar de ello, Lecha se labró una merecida fama como competente autor de novelas de vaqueros. Esto no tendría mayor interés de haberse dedicado nuestro escritor a éste género en exclusiva, como hicieron otros. Pero el riojano cultivó prácticamente todos los géneros, dedicando especial atención a la ciencia-ficción, materia ésta en la que llegaría a ser un gran especialista.

Firmando primero como Casey Mendoza y más tarde como Clark Carrados, el Oeste descrito por Lecha está claramente inspirado en los tópicos y arquetipos popularizados por Hollywood. Ahora bien, comparando las películas del género con las obritas pergeñadas por aquel puñado de esforzados trabajadores de la pluma, descubrimos que cada uno de aquellos escritores fue influenciado por una etapa concreta del western cinematográfico. Si la obra de Estefanía se inscribe en el estilo facilón de los seriales de los años 30, la de Mallorquí es deudora de los primeros y algo ingenuos westerns sonoros, y la de Silver Kane (González Ledesma) de la estética sucia, casi sórdida, del spaghetti western, en la de Lecha irrumpe como un ciclón la influencia del Western de Serie B de los años cincuenta. El western carradiano es luminoso, optimista y tradicional. Los protagonistas de sus novelas no son héroes a lo John Wayne o Clint Eatswood, que disparan mejor que un campeón de tiro olímpico, montan mejor que un sioux y van por la vida de deshacedores de entuertos. En la mayoría de sus obras, los protagonistas descritos por Lecha son hombres normales y corrientes que, impelidos por las circunstancias, se ven abocados a una violenta aventura de la que tratarán de salir airosos. El héroe del western carradiano está mucho más cerca del verdadero héroe del Oeste real que los machotes pendencieros plasmados por otros autores. En la historia norteamericana jamás existieron personajes como El Coyote de Mallorquí o La Gacela Escarlata que creó Frank Caudett en la Editorial Astri. Pero si hubo muchos tipos como los que se pasean por cualquier novela de Carrados. Hombres honestos y capaces, que en un momento determinado, y pocas veces por voluntad propia, tuvieron que ejercer de héroes sin considerarse a sí mismos como tales.

La producción vaquera de Lecha fue muy notable, a juzgar por el elevado número de títulos que poseo. Entre sus novelas del oeste destacan las que dedicó, supongo que por encargo de la editorial, a la popularísima serie televisiva Bonanza, que hizo furor en todo el mundo durante los años sesenta y principios de los setenta. Desgraciadamente, los pocos ejemplares que poseo se hallan en pésimo estado de conservación. E intentado rastrear estas novelas por la red, pero no aparecen en ninguna librería de viejo y tampoco se mencionan en página alguna, que yo sepa. Pero existieron y casi seguro que gozaron de bastante popularidad. Publicadas en la segunda mitad de los sesenta, ostentaban el mismo formato que las de la colección DANS Enviado Secreto, ya mencionada en el apartado dedicado a su obra policial.

Lecha fue un autor prolífico en todos los géneros, por lo que resulta difícil seleccionar sus mejores novelas. No obstante, en lo que al Oeste se refiere, creo que sus títulos más representativos, aquellos que mejor definen su estilo, podrían ser:

EL PASO DEL HOMBRE MUERTO, nº 255, colección Bisonte; CITA EN EL DESIERTO, Bisonte, nº 309; LOS MUERTOS SE ENTIERRAN, Bisonte, nº3; LA BANDA DE BURT BENSON, Bisonte, nº 61; LA TIERRA DEL MIEDO, Bisonte, nº 144.

Es conveniente aclarar que estos títulos son reediciones lanzadas por Ediciones B a comienzos de los años 90, y que la colección Bisonte estaba dedicada a Carrados. Otras colecciones en las que Ediciones B reeditó viejos éxitos de Bruguera fueron: Ases del Oeste, dedicada a Keith Luger; California, a Donald Curtis; Gun-Man a Joseph Berna y Kellton McIntire; Oeste Legendario a Lou Carrigan y Búfalo, Kansas, Héroes del Oeste y Texas a Marcial Lafuente Estefanía.

Podemos citar también: LA REINA DEL VALLE ALTO, nº 1572 de la colección Búfalo Serie Roja de Bruguera; DESTINOS ARDIENTES, nº 66 de Búfalo Serie Azul; VAMPIROS CON PISTOLAS, nº 1036 de Colorado; LAS LOMAS DEL DIABLO, nº 1549 de Bisonte Serie Roja.

Al menos una novela del Oeste del autor fue llevada al cine bajo el título de EL CAPITÁN FRACASOS. Según me ha comentado Carlos Quintana Francia, parece que Lecha no quedó muy satisfecho con el resultado final.

Artes marciales

EL CIEGO ORGULLO DE LA RAZA
EL CIEGO ORGULLO DE LA RAZA

En los años 70 hacían furor las películas de artes marciales que se rodaban en Hong-Kong, y Editorial Bruguera, siempre a la búsqueda de nuevos mercados, decidió aprovechar la coyuntura para lanzar una nueva colección de bolsilibros dedicada a este tema. En principio la colección ¡KIAI! Héroes de las Artes Marciales, iba a estar dedicada en exclusiva a un autor, Lou Carrigan (Antonio Vera Ramírez) el rey de la novela policíaca española y un experto judoka. Pero Carrigan, saturado de trabajo, no podía ocuparse él sólo de dicha colección en ese momento, por lo que la editorial tuvo que abrir ésta a otros autores. Gracias a esto, Lecha pudo deleitar a sus miles de seguidores con una de sus mejores creaciones.

Para ¡KIAI! Lecha creó el personaje de George Washington Baxter, Budd para los amigos, y todas las novelas que escribió para esta exitosa colección estuvieron protagonizadas por este hombre. Budd es un detective amateur que, como si fuera un caballero andante de tiempos pretéritos, va por la vida ayudando desinteresadamente a quien lo necesita. Abogado de profesión, aunque en las novelas apenas ejerce como tal, posee un curioso negocio que le ha hecho muy rico: una agencia de recortes de prensa, la Digest Press. Esta empresa se dedica a seleccionar, recortar y archivar todo lo que publican diarios y revistas sobre personalidades relevantes del mundo de la cultura, la política, el espectáculo etcétera... Vamos, sobre la gente famosa. Hay que señalar, para que nadie se llame a engaño, que los famosos que aparecen en éstas obras de Lecha lo son porque han hecho algo para serlo, y no tienen nada que ver con el actual famoseo que inunda la prensa rosa y las cadenas de televisión, contribuyendo a embrutecer, más si cabe, a la ya de por sí estulta masa ciudadana española. La agencia de Budd ofrece sus servicios a estas personas, las cuales, mediante el pago de una cuota mensual, pueden disponer en cualquier momento de todo el material impreso que a ellas se refiera. El negocio funciona tan bien que Budd puede permitirse llevar una vida cómoda y muelle.

Pero nuestro héroe no es hombre que guste de la holganza, de manera que cada dos por tres se embarca en una aventura en defensa de alguna persona que ha sido víctima de una injusticia. Budd es un budoka, es decir, un experto en diversas artes marciales orientales, pero, como todos los héroes lechanos, sólo emplea sus habilidades cuando es absolutamente necesario.

Las novelas protagonizadas por Budd Baxter son historias policíacas aderezadas con abundantes escenas de acción de artes marciales. A pesar de ello, son, como casi todas las obras de Lecha, novelas muy sobrias, sin excesos de ningún tipo, pensadas únicamente para entretener al lector durante un par de horas. En cada aventura cambian los personajes, y ni siquiera los representantes de la Ley son los mismos de una novela a otra. Sólo hay dos personajes fijos, aparte del protagonista: Denis Gray, director de la Digest Press y gran amigo de Budd, y Tim Koye, su fiel mayordomo oriental, que también es un budoka, por lo que de vez en cuando practica las artes marciales con su jefe, a fin de que éste se mantenga siempre en buena forma física.

El personaje de Budd Baxter es, sin la menor duda, uno de los grandes logros de Lecha como novelista. Por desgracia, las novelas de la colección ¡KIAI! no resultan nada fáciles de encontrar hoy día.

Algunos títulos de Lecha en ¡KIAI! Todas las novelas de la colección fueron firmadas como Clark Carrados:

LA ESTRELLA DE LORNA MILL, nº 35; MISS FANTASMA, nº 31; EL CIEGO ORGULLO DE LA RAZA, nº 27.

El Lecha terrorífico

LA FABRICA DE ESTATUAS
LA FABRICA DE ESTATUAS

Una de las colecciones de Bruguera que alcanzaron mayor popularidad fue Selección Terror, creada a principios de los años 70. Lecha escribió un montón de novelas para esta serie. En general, las novelas de terror de Lecha se caracterizan, como toda su obra, por su sobriedad. Mientras que Curtis Garland (Juan Gallardo Muñóz) se decantaba principalmente por el terror gótico de toda la vida, y Lou Carrigan (Antonio Vera Ramírez) nos torturaba con relatos atroces (en el buen sentido de la expresión) que nos helaban la sangre en las venas, Lecha, fiel a su estilo, nos ofreció un puñado de historias de intriga y suspense con algunas pinceladas de terror clásico, introduciendo en ocasiones algún pequeño toque sobrenatural. Una de sus mejores novelas de terror, en la que puede apreciarse lo que afirmo, es ¡LOBOS! publicada en los 90 en la reedición que hizo Ediciones B de Selección Terror. La obrita, nº 35 de la colección reeditada, es realmente inquietante. Otros títulos suyos destacados en este género fueron:

PRIMERA FILA PARA LA MUERTE; Selección Terror, edición original, nº 34; LA DANZA DE LOS FANTASMAS; Idem, nº 368.

Novelas bélicas

El género bélico, la novela de guerra, siempre gozó de gran aceptación entre el público, baste recordar las inolvidables Hazañas bélicas de Boixcar o la estupenda colección Comandos de Valenciana. En este género Lecha también logró destacar, y, según me ha comentado Carlos Quintana Francia, era un auténtico Número Uno en lo que a relatar historias de la II Guerra Mundial se refiere. Por desgracia, no conozco muy bien sus novelas de guerra. Veréis, tengo una extensa biblioteca de bolsilibros, en la que las obras de Lecha ocupan un lugar destacado. Poseo obras suyas de todos los géneros. La mayoría las conseguí de segunda mano, en librerías de lance o en la tienda de mi amiga Chefi, que también se dedicaba al cambio de novelas de a duro, tebeos y fotonovelas. Pero en todos estos años sólo pude conseguir media docena de novelas suyas de guerra, obras que, todavía no sé cómo, desaparecieron sin dejar rastro cuando me mudé al piso en que vivo actualmente. Lo más seguro es que hubiera alguien que las iba acaparando, como hacía yo con las de ciencia-ficción. No puedo, por tanto, emitir una opinión objetiva sobre esta parte de la obra de nuestro querido autor. No obstante, sigo buscando afanosamente por la red, a ver si de casualidad cae alguna por ahí. Espero que muy pronto tendré las suficientes para poder escribir un artículo sobre el tema.

Conclusión

Con éste trabajo, y los dos precedentes, he tratado de dar una imagen de conjunto de lo que fue, en líneas generales, la obra de Luis García Lecha, el escritor riojano más leído del siglo XX y uno de los mejores novelistas que ha dado nuestro país. Aunque toda su obra se circunscribió al ámbito de la literatura popular y de consumo, desarrollando su actividad profesional en las editoriales Toray y Bruguera principalmente, fue un escritor con mayúsculas, uno de aquellos pequeños grandes narradores que llenaron las vidas de miles de españoles como yo con fabulosas aventuras en las praderas del Oeste americano, en las selvas de cemento de las grandes ciudades norteamericanas o en los vastísimos abismos siderales. Nunca pasará a los anales de eso que algunos se empeñan en llamar literatura seria (mi admirado Álvaro de La Iglesia la llamaba simplemente aburrida) pero consiguió hacerse un hueco en el corazón de miles de sus compatriotas, a los cuales proporcionó muchas horas de diversión sana y estimulante. Al menos, en mi corazón de lector compulsivo siempre habrá un lugar para Luis García Lecha.

© Antonio Quintana Carrandi,
(3.463 palabras) Créditos Créditos
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