
Uno de los géneros literarios y cinematográficos de más aceptación fue el bélico. La literatura popular, los bolsilibros, conocidos en España durante mucho tiempo como novelas de a duro, no fueron ajenos a esa tendencia, como demuestra la temprana aparición de colecciones dedicadas a esa temática. La legendaria colección Comandos, de Editora Valenciana, fue un referente de este tipo de publicaciones. Pero la empresa editorial que más atención dedicó a la novela de guerra fue, sin duda, la barcelonesa Toray, que lanzó al mercado tres emblemáticas series; dos de novelas y una de aventuras gráficas. Relatos de guerra y Hazañas bélicas se convirtieron muy pronto en las favoritas de los aficionados. En cuanto a la colección gráfica, también presentada como Hazañas bélicas, gozó de una merecida fama de calidad gracias, sobre todo, al magnífico trabajo del genial dibujante Boixcar, el Hergé español; un artista que cuando dibujaba un tanque Tigre era precisamente eso, un Panzer con todos y cada uno de sus detalles.
Como todas las editoriales de su estilo, Toray tenía en nómina un buen número de escritores que trabajaban a destajo, y no siempre en las mejores condiciones, para nutrir de títulos las colecciones citadas y otras muchas que publicaba. Pero su autor estrella fue siempre el riojano Luis García Lecha, un verdadero torbellino de la máquina de escribir, que firmaba sus novelas bélicas generalmente con dos seudónimos: Clark Carrados y Louis G Milk. A partir de aquí, y para simplificar, nos referiremos al autor como Carrados, ya que, al fin y a la postre, ése fue su seudónimo más popular.

Según los datos citados en el libro editado en 2008 por el Instituto de Estudios Riojanos, como parte del homenaje que se le dedicó al novelista en su tierra natal, éste publicó 143 títulos en Hazañas bélicas y 49 en Relatos de guerra. A éstos habría que añadir 4 títulos más aparecidos en Relatos de guerra Extra, también de Toray, lo que nos da un total de 196 novelas bélicas escritas por Carrados para la citada compañía editora. Pero además colaboró con otras editoriales, como por ejemplo la todopoderosa Bruguera, en cuya colección Metralla aparecieron 33 novelas suyas. En la década de los 80 hubo otra colección llamada Metralla, ésta de Ediciones Ceres, en la que Carrados colaboró con dos títulos. La serie Carro blindado, de Ferma, publicó otras cuatro novelas del riojano; y por último, las colecciones Combate, así mismo de Ferma, y Wehrmacht, de Maisal, editaron cada una un título de nuestro autor. De manera que, siempre ajustándonos a los datos publicados en el libro del IER, tenemos que Carrados escribió nada menos que 237 novelas de guerra, lo que le convierte en uno de los autores más prolíficos del género en España. No obstante, es posible que escribiera y publicara algunas más de las que no tenemos noticia.
Carrados fue un auténtico experto en narrar relatos de guerra. Al igual que sus colegas, procuraba documentarse al máximo, y en este sentido sus historias ambientadas en la guerra submarina o en las batallas aéreas son modélicas; tanto en lo que se refiere a los hechos históricos concretos que menciona, como a la descripción de los combates, los buques y aviones, las armas y tácticas utilizadas y el argot empleado por los protagonistas de sus aventuras. Pero quizás donde más destaca su genio narrativo, en lo que al género que nos ocupa se refiere, sea en las descripciones de las batallas terrestres, en las que la infantería sigue siendo, aún hoy y a pesar de todos los avances tecnológicos, la reina de la acción. En este sentido, debió de resultarle extraordinariamente útil su experiencia en nuestra incivil Guerra Civil, en la que participó activamente en el denominado bando nacional, alcanzando al final de la contienda el grado de teniente de la Legión, cuerpo de elite que en el bando republicano sólo fue igualado en prestigio y ardor combativo por el Quinto Regimiento organizado por los comunistas. Aunque fueron muchos los autores de novelas populares que tomaron parte en la guerra, principalmente en el bando gubernamental, ninguno de ellos supo aprovechar tan útilmente su experiencia militar en su labor literaria.

Las novelas de guerra de Carrados se caracterizan por una descripción exhaustiva, casi cinematográfica, de las escenas de acción, así como por un tratamiento realista de las relaciones entre los soldados y sus superiores. Son relatos en los que escasean los personajes maniqueos y los héroes lo son, más que nada, porque no les queda otro remedio que serlo si quieren sobrevivir al horror de la contienda. Por el contrario, abundan en sus novelas de guerra las mujeres con coraje, que no se limitan a lloriquear y curar a los heridos, sino que participan activamente en la acción, no haciéndole ascos a empuñar un arma si es necesario. Como veterano de guerra y militar profesional que fue, Carrados concede gran importancia a la camaradería entre los protagonistas de sus relatos, abundando en éstos los personajes que sacrifican noblemente sus vidas para salvar las de sus compañeros y ayudarles a llevar a buen término su misión.
Carrados hizo gala siempre de un fino sentido del humor, que impregnaba hasta sus novelas más sangrientas. Utilizaba el humor para quitarle hierro a ciertas escenas más o menos comprometidas que narraba, y también para mantener el interés del lector en los pasajes en los que la acción parecía decaer algo. Esta técnica la empleó en todos los géneros que cultivó, y el mejor ejemplo de ella en el que nos ocupa lo tenemos en EL CAPITÁN MALAPATA, cuyos primeros capítulos dan al lector la impresión de hallarse ante un relato humorístico ambientado en la II Guerra Mundial; aunque posteriormente, según avance la acción, nos encontraremos con una de las novelas más violentas del autor.

Pero además Carrados fue un autor doblemente original, porque no se contentó con narrar la II Guerra Mundial desde la óptica políticamente correcta, es decir, la de los aliados; sino que también optó por dar protagonismo, en numerosísimas ocasiones, a alemanes y japoneses, quedando el rol de malos de la función para americanos y británicos. Mas no debemos cometer el error de interpretar esto como una muestra de simpatía del autor hacia los execrables regímenes germano y nipón, sino sólo como un intento del escritor por demostrarnos que, por encima de absurdas ideologías políticas y rivalidades nacionales, la mayoría de los soldados que combaten en las guerras son, por encima de todo, seres humanos normales y corrientes que han sido arrastrados sin desearlo a la vorágine del horror bélico.
Dificilísimas de encontrar hoy día, las novelas bélicas de Clark Carrados son verdaderas joyas de la literatura popular, que a pesar de su innegable amenidad, describen el horror de la guerra en toda su crudeza, como si el autor, excombatiente en uno de los conflictos más inútiles y fratricidas del siglo XX, quisiera enviarnos un mensaje sobre la futilidad y estupidez que encierra todo conflicto armado. Lo cual, ciertamente, no es óbice para que disfrutemos plenamente de las excelentes aventuras bélicas surgidas de su fecunda pluma.