_lasaga2.gif_person.gif
Izrail

Tiempo estimado de lectura: 47 seg

Androide con forma de mujer, ajustada a los cánones de belleza más absolutos, construido por los barpturanos para preservar la máquina karendón, en la que todos ellos fueron desmaterializados a la espera de la llegada de una humanidad joven que pudiera rescatarlos de su irreversible decadencia. Su verdadero nombre era Dholak, pero fue conocida por los valeranos con el nombre del ángel de la muerte musulmán. Fue descubierta en las ruinas de una ciudad muerta de Atolón por Eladio Ross, quien fue guiado por los espíritus de los barpturanos. Liberada de su encierro milenario comunicó a los valeranos la historia de sus constructores, solicitándoles ayuda para materializarlos de nuevo (EL ÁNGEL DE LA MUERTE). Tras la negativa del gobierno valerano, temeroso de la repetición de una insurrección popular que había provocado graves disturbios en el autoplaneta, a conectar la máquina karendón, fue auxiliada por Miguel Ángel Aznar Polaris, Eladio Ross y José Ferrer, que finalmente lograron rescatar a los supervivientes de la civilización barpturana en un disco volante situado fuera de la jurisdicción legal de Valera (LOS NUEVOS BRUJOS).

Vivió en Valera con la familia Ross, acompañándola a la Tierra durante la guerra contra los sadritas (¡CONQUISTAREMOS LA TIERRA!), y posteriormente a Atolón, donde Juan MacLane la reclamó para duplicarla en la karendón, con objeto de utilizar sus copias como soldados en la guerra contra los ghuros. No obstante, sus miles de copias acabaron desertando y perdiéndose en las inmensas selvas del circumplaneta (LA REBELIÓN DE LOS ROBOTS). Más tarde, otras copias suyas fueron utilizadas también de forma masiva por el corrupto gobierno terrestre para desempeñar labores de policía (LA TIERRA DESPUÉS). Tras estos avatares, se pierde el rastro de la Izrail original.

José Carlos Canalda
© José Carlos Canalda,
(283 palabras) Créditos
*Comentar este artículo
 
Este artÃÆâ��Ãâ��ÂÂ�culo ha sido leído 296 veces desde el 12/01/08

Las opi­nio­nes expre­sa­das en los ar­tí­cu­los son de exclu­si­va res­pon­sa­bi­li­dad del co­la­bo­ra­dor fir­man­te, y no re­fle­jan, sal­vo ad­he­sión explí­ci­ta, los pun­tos de vis­ta del res­to de co­la­bo­ra­do­res ni de la ad­mi­nistra­ción del Sitio.

El Sitio no recopila datos de los navegantes y (casi) no usa cookies.ExplícameloTe creo