
Número 33, ilustrado con la vieja portada de ¡KARIMA! del Profesor Hasley, número 125 de la primera edición. En esta ocasión Miguel Ángel Aznar, que sólo tiene una aparición marginal en la novela (aunque gracias a ella sabremos que se ha zambullido de lleno en la complicada política de Valera), cede el protagonismo a Eladio Ross, un joven investigador que forma parte del equipo responsable de desentrañar los enigmas del Circumplaneta. Los arqueólogos valeranos han descubierto una misteriosa ciudad abandonada, en la cual ha sido encontrada una misteriosa inscripción escrita con caracteres desconocidos. Eladio Ross afirma haberla descifrado descubriendo que habla de los misteriosos constructores de la ciudad y del propio circumplaneta, cuyas almas habrían abandonado sus cuerpos dejando éstas al cuidado de un misterioso ser denominado el Ángel de la muerte. Los responsables del equipo arqueológico no aceptan las explicaciones del protagonista e incluso le llegan a acusar de fraude, pero éste no se arredra y recurriendo a métodos parapsicológicos (médiums en trance y psicofonías) consigue entrar en contacto (o al menos eso cree él) con los espíritus de los antiguos habitantes del circumplaneta.
Éstos le comunican que su guardián, el Ángel de la muerte, se encuentra incapacitado para ayudarlos, y piden ayuda a los valeranos... Es decir, a él, por lo que enfrentándose al escepticismo de sus compañeros, se deja guiar por las indicaciones de su médium y descubre un sótano cegado en cuyo interior yace una bella mujer aparentemente muerta pero completamente intacta a pesar de llevar allí enterrada, según calculan, más de veintidós mil años. Rápidamente es trasladada al campamento de los arqueólogos y, ante el estupor general, resucita comportándose con toda normalidad, si por normalidad puede entenderse hecho tan insólito. Tras varios días de aprendizaje exhaustivo consigue aprender a hablar en español, que continúa siendo el idioma oficial de Valera, comunicando su secreto a sus rescatadores: Dholak, como se autodenomina, o Izrail, como ha sido bautizada por Eladio Ross en recuerdo de este ángel de la religión musulmana, no es un ser humano sino un perfeccionadísimo robot construido por los barpturanos, los extintos habitantes del circumplaneta, una sofisticadísima civilización afectada no obstante por una irreversible decadencia.
Necesitados imperiosamente de sangre nueva con la que fundir su antigua raza, los barpturanos convirtieron el circumplaneta en un inmenso acelerador de partículas con el que enviaron un mensaje pidiendo ayuda a las razas jóvenes desperdigadas por el universo, el mismo mensaje que había provocando la llegada de Valera. Pero acosados por las belicosas mantis, que les sometían a una guerra sin cuartel de la cual eran perdedores, habían llegado a la conclusión de que cualquier ayuda procedente del cosmos llegaría inevitablemente tarde, por lo que decidieron adoptar una decisión heroica: Construyeron una maravillosa máquina, la karendón, capaz de desmaterializar sus cuerpos almacenándolos en una matriz, situación que se mantendría hasta que llegara la esperada ayuda. Construyeron también un robot, Dholak o Izrail, para que custodiara la máquina, pero la fatalidad había querido que el robot quedara encerrado en el interior de un sótano viéndose imposibilitado para actuar hasta la providencial llegada de Eladio Ross.
El Ángel de la Muerte, según se autocalifica éste al velar por las vidas de sus dueños y constructores, se dirige al gobierno valerano solicitando su ayuda para proceder a la resurrección de los barpturanos, cosa que consigue gracias en buena parte al decidido apoyo de Miguel Ángel Aznar; el misterio del circumplaneta comienza así a desvelarse.
