Desvarío laborioso y empobrecedor el de componer vastos libros; el de explayar en quinientas páginas una idea, cuya perfecta exposición oral cabe en pocos minutos. Mejor procedimiento es simular que esos libros ya existen y ofrecer un resumen, un comentario[1]
La crítica de libros inexistentes no es una invención de Lem. Encontramos intentos parecidos no sólo en un escritor contemporáneo como J. L. Borges (por ejemplo, EXAMEN DE LA OBRA DE HERBERT QUAIN, en el tomo FICCIONES), sino en otros mucho más antiguos, y ni siquiera Rabelais fue el primero en poner en práctica esa idea. Sin embargo, VACÍO PERFECTO constituye una especie de curiosum, por cuanto la intención del autor es presentarnos toda una antología de esta clase de críticas[2]

La comparación con Borges es inevitable, y no sólo porque a los dos los haya inspirado la misma idea, impulso, tema o modo de proceder que Lem usa en este libro, ni siquiera porque Lem se pueda considerar, sin miedo a equivocarnos, un admirador de Borges; sino porque ambos son, de algún modo, encarnaciones de un mismo arquetipo: El escritor puro, de amplísima y vasta cultura, capaz de transportarnos en pocas palabras, apenas sugeridas, a los mundos más vívidos. Sospecho que ambos buscan provocar en sus lectores un estremecimiento de la razón, que tras su lectura, jamás volverá a sentir que es inequívoca. No les interesa tanto dar una explicación de la realidad, como convencernos de que las ideas preconcebidas que solemos utilizar para explicarlas son inválidas[3] o cuanto menos, inseguras.
Lem es un científico y un técnico (es entre otras muchas cosas, médico y miembro fundador de la sociedad polaca de astronáutica); Borges es más un hombre de letras. Y sin embargo, ambos coincidirán en el punto medio de la especulación. El primero cargando las tintas en la ciencia-ficción, el segundo, en la fantasía. No importa, no me cuesta mucho imaginar una situación diferente con la esencia de su obra inalterada. Y pese a todo, poco tiene que ver la vida de estos dos autores: La infancia humilde de Lem, su carrera interrumpida por los nazis, sus amigos en la cámara de gas, y su familia escapando por los pelos, y más tarde el Comunismo, castrador y cegador; con la infancia dulce y regalada de un pequeño bonaerense hijo de una familia acomodada, sus largos viajes, los estudios en Ginebra, y una vida más transcurrida entre libros que entre las agujas del reloj. Bien, poco tiene que ver salvo en el hecho de tener que soportar a varios dictadores que intentaron imponerles sus silencios. Aunque eso, por desgracia, lo tienen en común muchas personas del siglo XX.
A nivel personal, únicamente otra cosa los puede unir, a parte del hecho de tener unas mentes singularmente privilegiadas, y se trata de una carencia: Borges fue perdiendo la vista a partir de los 28 años hasta quedar totalmente ciego, y Lem fue sufriendo progresivamente de sordera hasta que durante sus últimos días carecía de la facultad de oír. No quiero, por supuesto, insinuar que sufrir alguna de estas desgracias sea una condición indispensable para que su arte tenga lugar, pero hemos de recordar que las obras más imaginativas de otro genio como Goya fueron llevadas a cabo cuando su sordera se había convertido ya definitivamente en completa.
Pero qué es en realidad UN VACÍO PERFECTO, ya hemos visto que, por un lado, se puede considerar un homenaje, y una confesión de admiración por parte de Lema hacia Borges; pero, por otro, también lo podemos considerar una idea genial que Borges no había conducido hasta sus últimas consecuencias, y que Lem se atrevió a acometer. La novela es una sucesión de comentarios de libros que no existen, obras que nadie se ha tomado la molestia de realizar. Creo que lo mejor para comprender plenamente este concepto es leer la introducción. Y yo aconsejaría, si se me permite, que se leyera sin mirar el autor hasta el final. Ya sé que esto es precisamente el tipo de cosas que no se deben aconsejar, sino quieres que se haga precisamente lo contrario; pero allá cada cual, creo que está concebida para ser leída así, y todo lo que no sea seguir ese procedimiento hace que no se la pueda disfrutar en el mismo grado.
En todo caso, en ella se nos dice que los comentarios que le siguen se pueden clasificar en tres tipos: una primera que el autor califica como de Parodias, pastiches y burla, en la que podrían ir incluidas las críticas de obras como ROBINSONADAS, NADA O LA CONSECUENCIA y, menos claramente TOI y GIGAMESH. Una segunda, que probablemente estaría más en la onda de Borges, formada por apuntes en borrador. Son estas críticas posibilidades de una historia mucho más vasta que Lem no emprendió, tal vez por falta de tiempo o de la voluntad necesaria para llevarlas a cabo. Algunas de las que pertenecerían a esta categoría podrían ser: GRUPPENFÜHRER LOUIS XVI, IDIOTA, o bien CUESTIÓN DEL TEMPO. Y una tercera parte que podríamos calificar de plenamente especulativas y filosóficas, y dentro de la cual entrarían: DE IMPOSIBILITATE VITAE, LA CULTURA COMO ERROR y, sobre todo, LA NUEVA COSMOGONÍA. Personalmente considero que estas últimas son las más interesantes del libro, ya que vemos en ellas, no el simple chiste, broma o ejercicio de equilibrista que se ve en los otros grupos; sino una aspiración a presentar como respetables, teorías que Lem, aún sin querer aceptarlo, pues algunas de ellas entrarían en flagrante contradicción con sus verdaderos pensamientos, alguna vez presintió e intentó apartar de sí con un estremecimiento de pavor.
Aun y todo lo dicho, creo que lo mejor para comprender plenamente el alcance de una idea en apariencia tan sencilla, como es ésta de comentar libros que no existen, es que veamos una pequeñísima sinopsis de cada una de las críticas que forman el libro.
Marcel Coscat, LES ROBINSONADES (Ed. du Seuil, París) :
(...)
la compañía que, aunque severa, era la mejor de todas las posibles para un puritano: la de Dios. Fue este compañero quien le impuso una manera de comportarse estricta y rígida, una laboriosidad tenaz, los exámenes de conciencia y, sobre todo, aquella limpia moderación que tanto enfureció al autor de la editorial Olympia, que la embistió con los cuernos de la lujuria. Sergio N. o el nuevo Robinson siente que posee una cierta fuerza creadora, pero está convencido de que hay una cosa que no conseguirá nunca: la presencia tutelar del Ser Supremo. Es un racionalista y su modo de proceder obedece al principio de lo racional.
Cuando un hombre se ve obligado, al naufragar, a quedarse en la perpetua soledad de su única compañía, decide ingeniárselas para llenar su mundo, primero vacío, de seres y situaciones. Primero imagina un criado, pero es demasiado inocente, lo obedece en todo, y no le permite acabar de creer en su verdadera realidad. Entonces imagina a un pícaro que causará los suficientes problemas como para que se vea obligado a tener que reconocer su existencia. Sin embargo, la cosa se le va escapando de las manos y entonces tiene que echarlos a los dos. Crea una muchacha, para que lo siga ayudando en sus tareas; pero la introducción de la mujer será su ruina. Pese a todos sus cuidados, sus creaciones se le irán escapando de las manos. La novela de Coscat no tendría nada de original si hablase de la posibilidad de un hombre de perder la razón. Pero su Robinson no ha perdido la razón, tal vez haya acabado por poseer una razón torcida, pero su mal es más profundo que la locura, puesto que no afecta al cuerpo, sino solo al espíritu.
Patrick Hannahan, GIGAMESH (Transworld Publishers, Londres)
El mismo original de Homero es de un valor dudoso. Es un cómic de la antigüedad en el que Ulises desempeña el papel de Supermán, con el happy end de rigor. Ex ungue leonem: al escoger sus modelos, el escritor da la medida de su talla. La Odisea es un plagio manifiesto de Gilgamesh, aliñado conforme al gusto del público griego. Lo que en la epopeya babilónica constituía la tragedia de una lucha coronada por la derrota, ha sido convertido por los griegos en la aventura pintoresca de un viaje por el mar Mediterráneo
Patrick Hannahan se encuentra con el desafío que le supone el ULISES de Joyce, y decide enfrentarlo con una obra más profunda aún. Para ello, no hablará de Odiseo, sino de Gilgamesh, y no hará que todo lo narrado ocurra en un solo día, sino en treinta y seis minutos —el tiempo que necesita su protagonista, un antiguo gangster, para ser conducido desde la prisión hasta el cadalso—. Pero la obra de Hannahan es mucho más profunda. De entrada, como se puede observar altera el título de GILGAMESH, a GIGAMESH —espero que a más de uno le suene este nombre—, esto no es ni mucho menos baladí. La L
hace referencia a Lucipherus, Lucifer, Príncipe de las Tinieblas, presente en la obra a pesar de no aparecer en ella en persona. En cuanto al Logos, L
indica al Principio; a través de Laokoon, el Fin (el fin de Laokoon fue causado por unas serpientes que lo estrangularon , igual que el protagonista de Gigamesh muere estrangulado en la horca). Y así hasta 97 conexiones más. Luego está la cuestión de lo que significa Gigamesh, en inglés, puede ser un lío gigante, y una misa gigante. Es tal la profusión de datos y su imbricación que el libro acaba por estar conectado con todos los acontecimientos del mundo, con los que ha habido y con los que habrá. Para demostrar todo esto, Hannahan escribe una introducción de más de 760 páginas en las que da buena cuenta de todos los símbolos que se encierran en su obra, desde el significado escatológico (en el sentido fecal y en el sentido sobrenatural) de las pintadas que el gangster protagonista, y reo a muerte contempla en los lavabos antes de ser ajusticiado hasta las implicaciones de la tonadilla que canturrea cuando se dirige a la horca... Todo se conecta con todo en ese libro inagotable. El único problema es que Hannahan se ha ocupado con tanto ahínco de desentrañar los misterios de su libro, que no ha dejado nada para los críticos, y éstos no son capaces de perdonarlo.
Simón Merril, SEXPLOSIÓN (Walker and Company, Nueva York)
La despersonalizada industria USA absorbió las sabias posiciones del Oriente y del Occidente, transformó las trabas medievales en cinturones de incastidad, indujo a los artistas a proyectar copuladores, sexarios, magnopenes, megaclitos, vaginetas, pornotas, puso en marcha convoyes esterilizados de los cuales empezaron a bajar sadomóviles, cohabiteros, sodómnicos caseros y gomorcados públicos y fundó, al mismo tiempo, unos institutos científicos de investigación, dedicados a luchar por la liberación del sexo de la servidumbre de perpetuar el género humano
Hace ya algún tiempo, leía en un libro[4] lo siguiente: nada contribuye tanto a la desexualización del hombre, como la industria del sexo. Bien, la frase puede parecer sencilla, pero las implicaciones son amplias. No obstante, creo que no la había podido comprender en toda su profundidad hasta la relectura de esta crítica de Lem. SEXPLOSIÓN es una obra en la que Simón Cerril imagina un mundo donde la industria de la cultura se ha terminado por hacer con el control de una de los últimos espacios de intimidad del individuo y las parejas: el sexo. Poco a poco, la inundación del mercado de cada vez más atrevidas formas de sexo, termina por tener el efecto contrario al deseado, la gente se acaba aburriendo de él, hasta tal punto que los principales dignatarios eclesiales se ven obligados a tomar cartas en el asunto y pedir que la gente tenga relaciones con el fin de procrear (¡!). El problema acaba cuando se generaliza la fecundación in vitro, y una nueva forma de exhibicionismo corporal, la porgastronomía, viene a ocupar el lugar de la antigua.
Alfred Zellermann, GRUPPENFÜHRER LOUIS XVI (Suhrkampf Verlag, Frankfurt)
Al cabo de unos años, nace de estas actividades un esbozo de estado, ideado y organizado por Taudlitz. En el personaje de este último hay una extraña mezcla de dureza e implacabilidad con una fantasía alocada: su idea fija es la de recrear —en el corazón de la selva— el estado francés de la época de esplendor monárquico, convencido de que él mismo sería una reencarnación de Luis XVI
Nos volvemos a encontrar aquí con un caso parecido al de la primera crítica, donde una fantasía inicialmente controlada, va tomando poco a poco el control hasta que acaba por sustituir a la realidad. En este caso, se trata de un grupo de oficiales de las SS que tras la Segunda Guerra Mundial huyen a refugiarse en la selva argentina, y crean, en su pleno corazón, un remedo brutal de la corte del Rey Luis XVI en Francia.
Solange Marriot, RIEN DU TOUT, OU LA CONSÉQUENCE (Editions du Midi, París)
El trauma del niño es una forma del desacuerdo interior con la biología genital de nuestros cuerpos, que le parece reprobable desde el punto de vista del buen gusto, mientras que la vergüenza y el trauma del escritor estriban en su consciencia de no poder evitar la mentira que comete al escribir.
¿Cómo huir de la contradicción esencial de la literatura, del querer expresar la máxima sinceridad con una mentira? Tal vez sólo procurando escribir sobre nada para que lo que digamos no pueda ser considerado como mentira. Pero en este caso, escribir sobre nada no puede tratarse de una mera acrobacia lingüística, a la manera de un posmodernismo trasnochado que pretendiendo ser radical en sus postulados y en sus obras, no haga más que parodiar una verdadera obra de arte, sin aproximársele jamás. Sino que sólo puede estar en las bases de una literatura radical que, al renunciar total y absolutamente a la positividad sea capaz de concluir en una desarticulación real del lenguaje que conduzca a la verdadera nada.
Joachim Fersengeld, PERYCALYPSIS (Editions de Minuit, París)
Joachim Fersengeld es un alemán que ha escrito su PERYCALYPSIS en holandés (lengua que conoce muy poco, como él mismo confiesa en el prólogo) y la ha publicado en Francia, país conocido por lo descuidado de las correcciones. El que escribe estas líneas tampoco está muy ducho en holandés; pero, orientado por el título del libro, la introducción inglesa y lo poco que pudo deducir del texto, se considera apto para llevar a cabo su crítica
La idea básica de Fersengeld es la de que dado la inmensa cantidad de obras del espíritu, literatura, ciencias, que se está acumulando en el mundo, la única manera de resolver este problema implica la destrucción de todas las existentes, a fin de que puedan venir al mundo, y ser reconocidas como tales, las verdaderas obras del espíritu. Para garantizar ésta última condición, Fersengeld propone que se les cobrase a los genios por cada ocurrencia, y a los artistas por cada obra que realizaran. De manera que únicamente los ascetas del espíritu aquéllos que necesitaran expresarse artísticamente de una manera casi fisiológica, y pudieran ser, por tanto, artistas natos, estuvieran dispuestos a soportar el sacrificio de, no sólo no ganar nada con su trabajo, sino de tener que pagar encima por cada obra que hicieran.
Gian Cario Spallanzani, IDIOTA (Mondadori Editore, Milán)
Pues bien, resulta que la cosa es factible; en esto, precisamente, consiste el sacrificio de los padres por el hijo idiota. En primer lugar, debe haber un aislamiento perfecto: el mundo no le dará nada ni le ayudará, por tanto no lo necesita; sí, él no necesita al mundo ni el mundo a él. Los únicos intérpretes de su comportamiento deben ser unos iniciados: el padre y la madre; así podrán operarse todas las transfiguraciones precisas
IDIOTA es una obra tragicómica escrita por un genial autor italiano, al que únicamente puede reprochársele un poco su falta de respeto hacia un monumento de la literatura como EL IDIOTA de Dostoievski. Pero si dejamos de lado esta circunstancia, nos encontramos con que Spallanzani narra una perfecta obra de drama familiar. Los protagonistas son un matrimonio y su hijo idiota. Los padres no lo llaman así, lo consideran especial, y procuran explicar todo su comportamiento en base a esta premisa. Si hablan con otros, amigos, psicólogos, utilizan sin problemas el término idiota; pero entonces no hacen sino hablar otra lengua. En su fuero interno, saben que su hijo es especial, que incluso cuando coge un cuchillo e intenta asesinar a su madre sus actos tienen una significación que cabe interpretar en un contexto más elevado.
DO YOURSELF A BOOK
No era difícil percatarse de que las intenciones de los editores no eran tan nobles. Las instrucciones de la «Universal» advertían al comprador del peligro de las combinaciones «impropias». Se referían a las inversiones de los fragmentos de un texto que conferían un sentido perverso a escenas originalmente blancas como la nieve. Si se intercalaba una sola frase, una conversación inocente entre dos mujeres adquiría matices lesbianos, y se podía conseguir incluso que en las dignas familias de Dickens se practicara el incesto: en fin, cualquier cosa. La «advertencia» era, naturalmente, un aliciente para hacer lo «prohibido», pero estaba formulada de una manera que impedía cualquier acusación al editor por atentado contra el pudor.
En este caso, Lem no hace la crítica de un libro en particular, sino de un tipo de libros. En concreto se refiere al tipo DO YOURSELF A BOOK (haz tú mismo un libro) que aparecieron, supuestamente con la intención de ayudar a la creación literaria del gran público, dándoles la oportunidad de jugar con los textos de varios libros a la vez y mezclarlos. En un principio, se vendieron bastante bien; pero la intención de los editores iba más allá, querían arrasar el mercado. De ahí las indicaciones de lo que, por pudor, no se debía realizar con los personajes de los grandes libros. El problema que hizo zozobrar la empresa fue simple, para que pudiera resultar mínimamente excitante que los personajes de CRIMEN Y CASTIGO, por ejemplo, vivieran situaciones de continua promiscuidad, primero cabía conocerlos. El gran público no conocía a los grandes personajes de la literatura y no le importaba lo que hicieran, al contrario de lo que le ocurría a los editores de DO YOURSELF A BOOK, o al propio Lem.
Kuno Mlatje, ODIS DE ITACA
Odis postula la siguiente clasificación de los genios: en primer lugar hay genios mediocres y corrientes, o sea, de tercera clase, los que no miran más allá del horizonte de su época. Estos no corren grandes peligros, a veces son reconocidos e incluso pueden conseguir renombre y dinero. Los genios de segunda clase ya son demasiado difíciles para sus contemporáneos; por consiguiente, les van peor las cosas (...) A los de la segunda los descubre la generación siguiente o una de las ulteriores. A los de primera clase no los conoce nadie, ni mientras viven ni después de su muerte, ya que crean verdades tan inauditas, presentan proposiciones tan revolucionarias, que nadie es capaz de entenderlas. Por tanto, su destino es el de permanecer ignorados a perpetuidad.
Tenemos, pues, tres clases posibles de genios: la tercera, reconocible por sus contemporáneos; la segunda, reconocible por las generaciones posteriores; y la primera, que presenta posibilidades tan disjuntas al del conjunto de las posibilidades normales de evolución histórica, tecnológica, científica y social, que jamás llegan a ser reconocidos por nadie, y deben hacer, no sólo durante su propia vida, sino por el resto de la eternidad, su camino en perpetua soledad. De modo que los genios de la primera clase, al presentar alternativas totalmente diferentes a las que realmente se efectúan, son imposibles de reconocer, aun cuando su conocimiento pudiera ser el hecho más provechoso para la humanidad. Esto último, pues, es lo que se propone el particular Odiseo de esta obra, cuyo nombre completo es Homer M. Odis y cuyo nacimiento no tiene lugar en Ítaca, sino en un pueblo de cuatro mil habitantes en el Estado de Massachussets. Odis instituye una agrupación de búsqueda de esos genios, lo cual deviene en una labor imposible, pues por definición no pueden ser encontrados. Mientras, su propio proyecto recibe los ataques de los incrédulos que no reconocen en él más que la locura de un hombre. Pero esta situación cobra sentido al final, cuando comprendemos, a la vez que él mismo, que tipo de hombre es Odis.
Raymond Seurat, TOI (Editions Denoël, París)
¿Entonces? Hay que negarse a servir. ¿Y qué hay que hacer con el cliente potencial que abre el libro como si fuera la puerta del burdel y se mete dentro sin pedir permiso, seguro de ser recibido con todas las atenciones? ¿Hay que dar una bofetada al canalla, escupirle a la cara y echarlo escaleras abajo? ¡Oh, no! ¡Esto sería demasiado bueno para él, demasiado fácil y sencillo! Se levantaría, se quitaría el esputo de la cara y el polvo del sombrero y se iría a la competencia. Por el contrario, hay que dejarlo entrar y, una vez dentro, molerle a palos.
Toi es el pronombre de segunda persona del singular en francés, es decir tú para nosotros. Toi es en este caso, el título de la obra de Seurat, lo cual tiene sentido, pues es una novela escrita en esa persona, concebida como un insulto continuo a ese tú lector que abre el libro, y contribuye a perpetuar la situación del autor como prostituta del espíritu que denuncia Seurat. Cabe decir que esta visión no es demasiado original, tal vez el primero en tenerla fuera Baudelaire, pero sigue teniendo la fuerza de lo que parece provocativo. No obstante, Seurat, pese a todo: No ha podido superar la distancia entre un concepto contestatario y una creación válida desde el punto de vista del arte.
Es interesante señalar que esta es la única crítica negativa que incluye Lem en todo el libro, en los demás casos, aunque reconozca más o menos errores, siempre habla de libros que se puede ver que le gustaron (o le hubieran gustado de haber sido escritos); pero en éste, habla de un libro que peca de histrionismo posmoderno, y como todos los libros de ese estilo de insustancial disfrazado de profundo.
Alistar Waynewright, BEING INC. (American Library, Nueva York)
La psicología moderna revela que probablemente —Prometeo— había robado el fuego a los cielos sólo para que después le picoteasen la víscera. Era un masoquista. El masoquismo, al igual que el color de los ojos, es un rasgo innato; en vez de avergonzarnos de tenerlo, debemos explotarlo debidamente y aprovecharlo para el bien común. Antaño —dice el docto texto— el azar ciego determinaba a quiénes correspondían placeres y a quiénes privaciones. La vida era incomodísima, ya que lo pasan igualmente mal los que reciben palos prefiriendo darlos y los que se ven obligados por las circunstancias a pegar prefiriendo que los apaleen.
Alistar Waynewright nos habla de un mundo en el que un grupo de empresas comenzaron a cobrar para ofrecer lo que hasta el momento no había podido ser comprado: la buena suerte, el amor de los demás (no el simulado, sino el real), la larga vida... Poco a poco estas empresas fueron determinándolo todo, incluso en la vida de los más humildes. Los problemas surgían cuando alguien pagaba para que ocurriera una cosa, un accidente de tren en el que un hombre queda como un valiente frente a una mujer, salvándola, y otro pague por que ocurra precisamente lo contrario. Las empresas acordaron no emplear más de una determinada cantidad de energía concreta en cada una de sus intervenciones para evitar situaciones imposibles. De modo que pudieron seguir su curso inexorable, hasta que en los E.U.A. de 2041 nadie podía comer un pollo, enamorarse, parpadear o no parpadear, sin que hubiera sido decidido antes por los gigantescos sistemas informáticos de las empresas. La crisis aparece cuando una excéntrica millonaria pide a una de las empresas la intervención que le proporcionase una vida libre de toda intervención. En el monstruoso sistema algebraico de los ordenadores que controlan absolutamente el destino de las personas falta una sola cosa, que éstas sean conscientes de lo que les ocurre. Y esto acontece con la petición de la excéntrica millonaria. Se descubre, durante la conferencia de presidentes de las empresas que se disponen a estudiar el caso, que durante años las unas han logrado situar, en los puestos de mando de sus competidoras, a sus propios hombres, de modo que ni siquiera ellas están libres de la determinación del sistema que han creado. Nada, absolutamente nada había sido dejado al azar por las computadoras, habían planeado el nacimiento de la excéntrica millonaria, y el del hombre que aceptaría su petición, habían planeado la conferencia de presidentes, y el descubrimiento que harían en ella: el absoluto control de los programas y la imposibilidad de escape. En el perfecto sistema ideado inicialmente por las empresas sólo faltaba un elemento, que los humanos fueran conscientes de lo que les estaba ocurriendo.
Wilhelm Klopper, DIE KULTUR ALS FEHLER (Universitas Verlag, Berlín)
¿Qué tiene que ver la cultura con todo esto? pregunta Klopper. La cultura es el instrumento de una adaptación de tipo nuevo, ya que no tanto se elabora en base a las casualidades, cuanto cumple la tarea de adornar todo lo accidental de nuestra condición con la aureola suprema de lo inevitablemente necesario. (...) ¿El sufrimiento es una tortura? Sí, pero ennoblece, e incluso trae la salvación. ¿La vida es corta? Sí, pero la existencia extraterrena dura eternamente. ¿La infancia es molesta y boba? Sí, pero idílica, angelical, poco menos que santa. ¿La vejez es atroz? Sí, pero prepara para la vida eterna; a los viejos hay que respetarlos porque son viejos. ¿El hombre es un monstruo? Sí, pero no por su culpa: nuestros primeros padres han hecho de las suyas, o bien el demonio se inmiscuyó en el acto divino.
Klopper muestra la cultura como un mal necesario para que el hombre pueda enfrentarse a la vida y aceptar, e incluso llegar a apreciar, todos sus defectos. Al fin y al cabo, lo que viene a decir Klopper es que la cultura hasta ahora ha servido a la humanidad para hacer de sus necesidades virtudes. Todo esto, ha sido admisible, e incluso apropiado mientras que el hombre no ha tenido la posibilidad de cambiarse a sí mismo para eliminar esas taras; pero ahora, cuando la ciencia y la técnica, nos las da, negarse a aceptarlas en base a una supuesta contradicción con los elementos culturales, no resulta simplemente estúpido, sino mezquino.
Cezar Kouska, DE IMPOSSIBILITATE VITAE, y DE IMPOSSIBILITATE PROGNOSCENDI (2 tomos) (Statni Nakladatalstvi N. Lit, Praga)
Lo que acontece, si es que acontece de veras, acontece: ésta es la formulación magistral del profesor Kouska. La probabilidad se presenta tan sólo allí donde un acontecimiento no ha ocurrido todavía. Así habla la ciencia. Pero todos comprenden que incidentes tales como el choque en el aire de las balas de dos duelistas, romperse un diente comiendo pescado, al morder un anillo que uno había perdido en el mar hace seis años y que el pez había tragado, o bien la ejecución al compás de 3/4 de la sonatina en si menor de Tchaikovski por la metralla de una granada que estallara en un almacén de enseres de cocina, acertando a dar en ollas y cazuelas de distintos tamaños justo como la obra lo exige, que tales incidentes, repito, si acontecieran, pertenecerían a una clase de fenómenos extraordinariamente improbables. La ciencia les da el nombre de hechos que se presentan con muy poca frecuencia en los conjuntos de incidentes a los que pertenecen.
Los dos libros de Kouska son una gigantesca crítica a la teoría de la probabilidad sobre la que se basa la física. La idea viene a ser que, la existencia de cualquier persona comporta tal número de cadenas causales que se han de ver cumplidas, cada una con sus mínimas probabilidades de serlo, que según la teoría de las probabilidades, la existencia del hombre, y de cualquier ser vivo, es imposible. Veamos muy grosso modo lo que argumenta Kouska, según la teoría de las probabilidades, para que algo que tiene una posibilidad entre cuatro de suceder, suceda efectivamente, se deben dar, asimismo las otras tres posibilidades, pero en el caso de cosas que solo tienen una posibilidad entre un quintillón de suceder, como la existencia de un ser vivo, no ha habido en el Universo entero, tiempo suficiente para que se den un quintillón de posibilidades. Y puesto que vemos que lo que realmente sucede es que los seres vivos existen, entonces, lo que debe estar equivocado es la teoría de las probabilidades, y con ella, la física.
Tras hablar de los dos tomos de Kouska, el de la imposibilidad de la vida y el de la imposibilidad de prever el futuro con el método de la física, Lem pasa a exponernos una refutación de los principios de Kouska. En particular, dice que su problema principal es que ha confundido una pregunta sobre la existencia con una pregunta de física, que trata de sistemas cerrados, y no tiene, por tanto, nada que hacer con preguntas de este tipo.
He de confesar que en esta crítica Lem ha conseguido perderme en cuanto a sus intenciones, o quizá su intención era precisamente ésa, la de no permitir que lo capturásemos. ¿Cree realmente, como Kouska, que la teoría de las probabilidades y con ella la física, son inválidas? ¿O bien intenta demostrar lo que puede ocurrirle a una teoría aparentemente bien construida, cuando no se aplica sobre el objeto adecuado? Sospecho que más bien se trata de esta última opción, pues no me parece posible que Lem atacara en serio a su Sancta sactorum es decir, a la teoría de la probabilidad, el azar, la categoría sobre la cual edificó sus numerosas y vastas concepciones.[5]
Arthur Dobb, NON SERVIAM (Pergamon Press)
Hoy día, la personética es un tema del dominio público; un hombre de la calle diría que se trata de la producción artificial de seres racionales. La frase es bastante acertada, pero se queda en la superficie del fenómeno.
En OBRAS MAESTRAS DE LA CIENCIA FICCIÓN aparece un relato de Theodore Sturgeon, llamado DIOS MICROSCÓPICO. La idea base puede ser lo suficientemente similar, un experimento humano capaz de crear un universo propio para otros seres racionales, lo que de pasada sugiere el hecho de que la humanidad pueda ser, a su vez, un experimento de ese tipo para otros seres. Sin embargo, el desarrollo de ambas historias no puede ser más diferente, a Sturgeon le interesa el tema de la responsabilidad y el compromiso del creador con sus propias creaciones, y el hecho de que estas puedan ser al final, la propia salvación del creador. A Lem le interesa más el tema de la Teogonía de laboratorio, como la llama, las discusiones metafísicas, teológicas y filosóficas que unos seres así pudieran desarrollar, sobre todo por cuanto éstas pueden extrapolarse al caso del hombre y su relación con el principio creador.
Alfredo Testa,
LA NUEVA COSMOGONÍA (Texto del discurso pronunciado por el profesor Alfredo Testa durante la solemne entrega del premio Nobel, extraído del volumen conmemorativo From Einsteinian to Testan Universe. Publicado con el acuerdo del editor, J. Wiley and Sons.)No obstante, bastaba con un simple cálculo para constatar que si la Tierra siguiera desarrollándose al mismo ritmo de ahora, podría alcanzar el nivel de trabajos de «astroingeniería» igualmente extremados al cabo de pocos miles de años. ¿Y luego qué? ¿Qué puede hacer una civilización que dura millones de veces más? Los astrofísicos especializados en estas cuestiones decretaron que tales civilizaciones no hacían nada, porque no existían. (...) ¿no se ven en ninguna parte? Somos nosotros, tan sólo, que no las advertimos, porque ya están en todas partes. Mejor dicho, no ellas, sino el fruto de su actividad. Hace 12 mil millones de años sí, no las había. El espacio estaba muerto y apenas empezaban a nacer en él los primeros gérmenes de vida en los planetas de la primera generación estelar. Pero, al cabo de neones, no quedó nada de aquella primicia cósmica. Si hemos de considerar como «artificial» todo lo transformado por la razón activa, entonces el Cosmos entero ya es
artificial.
Es usual contemplar la aparición de la inteligencia como la culminación en el proceso de desarrollo de la materia. La ciencia-ficción hunde sus raíces en el campo de la ciencia, y ésta, casi por definición, ha tendido a situarse, filosóficamente hablando, en una perspectiva materialista.[6] En esta obra, Lem hace prácticamente lo contrario. Sin embargo, no trata de situarse simplemente en la perspectiva contraria del idealismo, su acrobacia es mucho más complicada. Desde una perspectiva idealista, la existencia de Dios no tiene por qué ser necesaria, aunque se da el caso de que muchos de los sistemas idealistas lo acaban incluyendo de uno u otro modo; lo verdaderamente importante es que es la razón la encargada de determinar la forma del Universo. En el mundo que Lem hace describir al filósofo griego contemporáneo Acheropoulos, el Universo da su comienzo en la materia, pero es la razón, a través del vasto juego de las inteligencias más primitivas, la encargada de determinarlo. De modo que tenemos una especie de principio híbrido, material-ideal, en el origen de nuestro universo, y una especie de Dios híbrido también, pues las inteligencias que rigen el destino del Universo, no sólo no tienen poder absoluto sobre su desarrollo, y están obligadas en su inicio a limitar sus actos a las posibilidades que les ofrece la materia que les rodea. Sino que, puesto que su forma de actuar obedece a los acuerdos que se ven obligadas a mantener las unas con las otras, de algún modo es como si estuvieran determinadas a su vez por una fuerza aún mayor, que dicta las normas del juego, cuya existencia y poderes no pueden conocer. De modo que, da la impresión de que esos inconcebibles arquitectos que tejen nuestro Universo, son a su vez habitantes de un Universo regido por otros, que a su vez deben de ser habitantes de un Universo regido por otros...
En todo caso, creo que no hay mejor manera de acabar este comentario de comentarios que con las palabras del introductor del libro: Si no conociese ningún otro libro de Lem, podría suponer que –LA NUEVA COSMOGONÍA– se trata de un chiste para unos treinta iniciados, físicos y relativistas del mundo entero. Sin embargo, esta interpretación no parece verosímil. ¿Qué queda? Vuelvo a sospechar que se trata de un concepto que deslumbró al autor y que le asustó. Naturalmente, nunca lo reconocerá, y ni yo ni nadie podrá demostrar que se tomó en serio la imagen de un Cosmos-Juego.
[2] Stanislav Lem, VACÍO PERFECTO, Introducción.
[3] De ahí también, la admiración que Lem muestra por Phillip K. Dick, quien, voluntariamente lejos de la exquisitez literaria de Lem o Borges, tiene, no obstante, una reserva de imaginación contra el congelamiento de la realidad tan poderosa al menos como la suya.
[4] Antonio Aguilera Pedrosa, HOMBRE Y CULTURA.
[5] Stanislav Lem, VACÍO PERFECTO, Introducción.
[6] Me remito aquí al uso estrictamente filosófico de los términos materialista e idealista, que se puede resumir como sigue: Materialista es todo aquél que sitúa el origen del Universo en la materia (Aristóteles, Marx...), e idealista es todo aquél que lo sitúa en las formas de la razón (Platón, Hegel...)
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Publicado originalmente el 2 de abril de 2006 en www.ciencia-ficcion.com
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