
Segundo planeta del Sistema Solar en orden de distancia al Sol, del que le separan 108 millones de kilómetros. Su tamaño, con un diámetro de 12.104 km., es ligeramente inferior al de la Tierra. Posee una densa atmósfera que produce un gran efecto invernadero, lo que hace que la temperatura en su superficie alcance varios cientos de grados centígrados. Su atmósfera es asimismo completamente opaca, por lo que los detalles de su superficie únicamente han podido ser estudiados por radar.
Al igual que ocurre con Urano, Venus tiene muy inclinado el eje de rotación con respecto al plano orbital, concretamente 93º, lo que hace que este planeta ruede sobre su órbita en lugar de rotar de forma aproximadamente perpendicular a ella tal como suele ser lo más habitual en el conjunto de todos los astros del Sistema Solar. Al ser este valor superior a 90º, Venus presenta movimiento retrógrado, es decir, gira cabeza abajo. Asimismo su período de rotación, de 243 días, no sólo es el más largo, con diferencia, de todos los planetas, sino que resulta superior incluso a su período de traslación, que es de alrededor de 225 días.
Las condiciones de presión y temperatura de la superficie de Venus son completamente incompatibles con la vida, resultando difícil imaginar un lugar más inhóspito entre todos los planetas y satélites del Sistema Solar, a excepción, claro está, de los cuatro gigantes gaseosos y del propio Sol. Tradicionalmente Venus ha sido objetivo favorito de los escritores de ciencia-ficción, que desarrollaron el tópico de un planeta tropical poblado por dinosaurios. La explicación parecía ser un encadenamiento de supuestos e inferencias erróneas. La superficie de Venus no se veía, porque el planeta estaba cubierto de nubes. Nubes de agua, por supuesto. Eso significa que el lugar debe ser cálido, y si hay tanta agua, además debe ser muy húmedo.
El planeta debe ser algo así como el jurásico terrestre. Sin contar con pruebas de ningún tipo, la imaginación de los escritores puso en Venus una vegetación exuberante, temperaturas tropicales y lluvia abundante. Hay toda una serie de obras literarias basadas en esta premisa, pero destacan narraciones de S. G. Weimbaum (EL PLANETA DE LOS PARÁSITOS y LOTÓFAGOS) y Robert A. Heinlein (LÓGICA DEL IMPERIO). Dando un paso más allá, algunos autores supusieron que no sólo el planeta tenía junglas más allá de toda imaginación, sino mares repletos de pujante vida. Esto dió lugar a obras como ATAQUE EN LA NOCHE, de H. Kuttner y Catherine Lucille Moore, donde el hombre se ha exiliado a Venus y creado una civilización submarina. Asimov utilizó también esta imagen del planeta en su obra LUCKY STARR Y LOS OCÉANOS DE VENUS.
La visión que los escritores tenían de Venus cambió radicalmente a partir de los años 50 y 60 al conocerse la auténtica naturaleza de su atmósfera. Esto dio lugar a nuevas obras donde no se le veía ya como un bonito lugar de colonización (quizás algo húmedo y salvaje), sino como un planeta difícil e inhóspito. Destacan especialmente el relato ENCALMADOS EN EL INFIERNO, de Larry Niven y la novela MERCADERES DEL ESPACIO, de F. Pohl y C. M. Kornbluth. A pesar de todo, algunos autores han usado de nuevo la antigua visión del planeta en su obra, como es el caso de C. Greenland en RECONQUISTAR PLENTY.