Cuerpos celestes que orbitan en el Cinturón de Kuiper, más allá de la órbita de Neptuno, aunque las órbitas de algunos de ellos, si son suficientemente excéntricas, pueden tener el perihelio dentro de la órbita de este planeta. Todos ellos, a excepción de Plutón y Caronte, fueron catalogados en un principio como asteroides, aunque en 2006, tras la creación por parte de la Unión Astronómica Internacional, de la nueva categoría de planetas enanos, tanto Plutón como Eris, un objeto del disco disperso conocido anteriormente de forma extraoficial como Xena, fueron incluidos en esta categoría junto con el asteroide Ceres. Es previsible que en un futuro algunos transneptuniamos más, tales como Sedna, Orco, Quaoar, Varuna, Ixión, Caos y otros que todavía no tienen nombre oficial, sean considerados también como planetas enanos, pero para ello es preciso determinar previamente su tamaño con la mayor precisión posible.
Durante mucho tiempo el único objeto transneptuniano conocido fue Plutón, de 2.000 kilómetros de diámetro, al que en 1978 se sumó su satélite Caronte, con un diámetro de aproximadamente la mitad. Desde que en 1992 se descubriera el primero de ellos, 1992 QB1 (todavía sin nombre oficial) hasta la fecha, se han descubierto más de mil objetos transneptunianos, a los que hay que sumar otros cerca de doscientos centauros y objetos del disco disperso, algunos de los cuales cuentan incluso con satélites tal como ocurre con el propio Plutón, pero su número que se incrementa constantemente. Hasta el momento tan sólo unos pocos de ellos cuentan con nombres propios, todos ellos tomados de diferentes mitologías con el vínculo común de tratarse de divinidades infernales o sombrías, siguiendo la tradición iniciada con Plutón y Caronte: Caos (nº 19.521) Varuna (20.000) Ixión (28.978) Radamante (38.083) Huya (38.628) Quaoar (50.000) Deucalión (53.311) Logos (58.534) y Orco (90.482)
Aparte de Eris y Sedna, ambos objetos del disco disperso, el por ahora principal transneptuniano es Quaoar, que con un diámetro estimado de 1.280 kilómetros resulta ser de mayor tamaño que Ceres aunque inferior al de Plutón. Ixión también rebasa los 1.000 kilómetros, y Varuna, alcanza asimismo la respetable talla de los 800, tan sólo ligeramente inferior a la de Ceres. Varios transneptunianos más, todavía sin nombre, parecen ser también de un tamaño similar, aunque todavía ninguno de ellos ha conseguido desbancar por ahora a Plutón (pero sí a Caronte) y el resto oscila generalmente entre los 100 y los 400 kilómetros de diámetro. Se calcula que deben de existir alrededor de unos 70.000 mayores de 100 kilómetros de diámetro.
Parte de los transneptunianos, al igual que sucede con Plutón, tienen períodos orbitales en resonancia 2:3 con Neptuno, lo que los provee de una estabilidad orbital mayor que la de otros objetos del cinturón de Kuiper. Reciben por ello el nombre de plutinos, y se encuentran situados a 39 unidades astronómicas de distancia del Sol formando la parte interna del Cinturón de Kuiper. Los que orbitan a partir de 41 unidades astronómicas, en la parte exterior del mismo, han sido bautizados recientemente con el nombre de cubenianos por ser prototipo de los mismos el ya citado 1992 QB1. Otra categoría introducida recientemente es la de los twotinos, con resonancia orbital 1:2 con Neptuno.
Otros autores consideran, además de los anteriores, a los transneptunianos propiamente dichos, que cruzarían la órbita de Neptuno de forma diferente a los plutinos, y los objetos del disco disperso (scattered disk objects) una especie de cajón de sastre no muy bien diferenciado al día de hoy de los asteroides centauros, donde entran todos aquellos que no encajan en ninguno de los apartados anteriores. Algunos astrónomos especulan con la posibilidad de que existan cuerpos de mayor tamaño, quizá verdaderos planetas, más allá de las 50 unidades astronómicas, pero por el momento se encuentran fuera del alcance de los telescopios más potentes construidos hasta ahora.
Se cree que todos los transneptunianos están compuestos por hielos de materiales volátiles tales como el agua, el amoníaco o el metano. Si debido a las perturbaciones gravitatorias uno de ellos modifica su órbita penetrando en el Sistema Solar interior, se convierte en un cometa de período corto.